Los peligros de las clases mixtas
Teníamos un instituto femenino, uno masculino y desde 1972 un instituto mixto en Los Molinos

Exhibición gimnasta de las niñas del instituto en los años 50 en el patio del centro. Iban vestidas con un recato absoluto para evitar la tentación en los ojos de los jóvenes que las miraban.
Después de varios meses de ensayo, las muchachas del instituto de la calle Javier Sanz hacían una demostración pública de sus cualidades gimnásticas en el patio del centro. En 1953, cuando se inauguró el gimnasio, los actos fueron presididos por el obispo Ródenas y las jóvenes se convirtieron en las protagonistas principales de la jornadas con sus movimientos acompasados, con sus flexiones de tronco y sus elevaciones de piernas ante la mirada de los adolescentes que estaban atento por si se les aparecía algún muslo.
Era muy complicado que las gimnastas tuvieron un descuido porque debajo de las faldas que les llegaban más abajo de las rodillas, lucían unos leotardos que alejaban del todo la sombra del pecado. El recato reinaba en aquellas exhibiciones, de la misma forma que se imponía dentro de las aulas en un tiempo donde los bachilleres compartían el mismo edificio, pero no las mismas clases. El nombre oficial del centro era Instituto Nacional de Enseñanza Media de Almería y ocupaba toda una manzana entre la calle Javier Sanz y la Rambla. El edificio tenía tres plantas y un sótano. Los dos primeros pisos estaban destinados a las clases de los niños, y el tercero era el gineceo, el recinto prohibido, el refugio de las niñas al que no podían acceder ellos, ni siquiera con la mirada.
Había que evitar la tentación como fuera y lo mejor era que estudiaran separados, que no hubiera ningún momento de coincidencia, ningún punto de encuentro, ni en la puerta de entrada, ni durante el inocente recreo.
Los niños entraban al Instituto por la puerta principal que daba a la calle Javier Sanz, mientras que las niñas lo hacían por la puerta trasera de la Rambla. A la hora del recreo, los niños jugaban en el patio lateral y las niñas, si hacía buen tiempo, salían un rato a la azotea. A pesar de la censura y la distancia, allí nació más de una historia de amor entre las miradas que se cruzaban y los mensajes de papel que ellas dejaban caer desde el terrao. Romances que después se consumaban fuera del centro, casi siempre en el Paseo, el lugar donde los estudiantes de aquellos años se citaban los domingos por la tarde para dar una vuelta por el Parque o ir al cine. La separación entre sexos sólo se rompía con la querida profesora Celia Viñas, que todos los años, en vísperas de Navidad, solía preparar representaciones teatrales en las que niños y niñas se mezclaban desafiando las normas.
Al Instituto Femenino, como los almerienses le llamaban coloquialmente, se le sumó en 1967 un nuevo centro de Bachillerato entre Ciudad Jardín y el Tagarete, que popularmente fue bautizado como el Instituto Masculino. Los tiempos estaban cambiando, pero la enseñanza seguía anclada en las viejas tradiciones y así nos colamos en los años 70. Habíamos comenzado la década arrastrando esa complejo de posguerra que separaba a los dos sexos como si fueran incompatibles cuando las nuevas pedagogías recomendaban lo contrario.
Este cambio de época imparable, estos nuevos vientos que anunciaban la llegada de la Transición unos años antes de la muerte de Franco, nos trajeron un cambio radical en la enseñanza con la puesta en escena de los nuevos colegios nacionales y con la creación del llamado Instituto Mixto de Bachillerato Unificado y Polivalente, que empezó a construirse en la Carrera de Alhadra del barrio de Los Molinos.
El Mixto, como le llamábamos todos los jóvenes, empezó a caminar en el curso 1972-73, con una capacidad para mil seiscientos alumnos y unas instalaciones modernas sobre más de ocho mil metros cuadrados de terreno. El nuevo centro de Bachillerato llegó con la novedad de acoger en sus aulas por igual a niños y niñas, todos mezclados, como exigían las nuevas tendencias en educación. La separación de sexos quedaba por fin relegada a una época que ya era pasado.
El Mixto fue una pequeña revolución en aquella Almería de 1972. Los adolescentes, en la etapa más febril de este periodo, se mezclaban en las clases y en el patio de recreo con absoluta naturalidad de la misma forma que en el claustro de profesores compartían su tarea ellos y ellas.