La Voz de Almeria

Tal como éramos

La moda de las pandillas con guitarras

Los adolescentes se reunían en las plazas para cantar y compartir alrededor del que sabía tocar la guitarra

Los hermanos Asensio eran del barrio de la Almedina. A veces subían al cerro de La Alcazaba para lucir sus guitarras compradas en Richoly.

Los hermanos Asensio eran del barrio de la Almedina. A veces subían al cerro de La Alcazaba para lucir sus guitarras compradas en Richoly.

Eduardo de Vicente
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Ya no se ven a adolescentes compartiendo las canciones en una plaza bajo el amparo de una guitarra. Han cambiado la emoción de las canciones entre amigos por el abismo de un teléfono móvil donde pulsando un par de teclas pueden tener la música que deseen en un instante sin importarle un rábano si están solos o tienen a alguien delante.

La comunicación, las relaciones personales, son secundarias para los jóvenes de ahora, esos que regresan de la Universidad en el autobús sin decirse una palabra, ajenos a lo que hay alrededor; esos que se sientan en los bancos de la Rambla cada uno con los sentidos puestos sobre la maldita pantalla, ignorando al que tienen al lado y a la vida auténtica que va pasando de largo por delante.

¿Dónde se quedaron los pandillas de adolescentes con guitarras? ¿Qué pasó con aquella forma de encuentro donde se compartían hasta las caladas de los cigarros? El tiempo fue mudando las costumbres y acabó con aquella tradición de reunirse para contarse historias o para hacer grupo al abrigo de una de aquellas canciones que los jóvenes acababan convirtiendo en un himno. Las pandillas lo compartían todo: el disco que acababa de salir a la venta y que se estrenaba en grupo en el dormitorio de un amigo; el litro de cerveza de los domingos por la tarde cuando cada uno ponía lo poco que tenía sobre la mesa del bar Trajano; la película que acababan de ver en alguno de los cines del centro y que a la salida los amigos volvían a revivir contándose los mejores momentos. A veces se compartía hasta el amor, y todos en el grupo nos encaprichábamos de la misma niña sin que ella llegara a saberlo jamás.

En los años setenta era habitual encontrarte en la Plaza de San Pedro o en el Parque con una pandilla de jóvenes que alrededor de una guitarra entonaba alguna de las canciones de moda. El que sabía tocar la guitarra era un líder dentro del grupo y cuando entrábamos en contacto con las niñas el guitarrista y el que cantaba, que a veces era la misma persona, se situaban dos escalones por encima a la hora del ligue.

Entonces se cantaban mucho las canciones de Dylan y de los Beatles y en los años primeros de la Transición los cantos de Víctor Jara y de Paco Ibáñez, que estaban dentro de ese ámbito que en aquellos tiempos llamaban canciones protesta.

Quién no soñaba entonces con tener una guitarra, aprender a tocarla y convertirse en una referencia dentro del grupo y así, de paso, llamar la atención de las muchachas. Cuántos lo intentamos entonces, bien de oídas, fijándonos en los que tocaban, o asistiendo a las clases que daba el maestro Richoly en su academia de la calle Hernán Cortés.

Unos empezaban a recibir clases de inglés porque las madres ya nos decían que el idioma era el futuro, mientras que otros íbamos a la academia de Richoly para que nos enseñara a tocar, aunque sólo fuera para destacar en la pandilla. Media Almería pasó por aquel lugar sagrado donde el maestro impartía sus lecciones y donde ejercía la actividad comercial vendiendo instrumentos musicales y todo tipo de accesorios. Si alguien necesitaba una libreta de música iba a la tienda de Richoly, si le partía una cuerda de la guitarra iba a Richoly, si le hacía falta una cejilla o afinar la guitarra, Richoly era siempre la referencia.

Los buenos alumnos, los que aprendían de verdad y tenían condiciones para abrirse camino, pasaron por las manos de Richoly, pero también los menos dotados, los que conscientes de sus limitaciones musicales sólo aspiraban a aprender unas nociones de acompañamiento, las suficientes para darse a conocer en las reuniones de las plazas con los amigos tocando las canciones de moda.

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