La Voz de Almeria

Tal como éramos

La Feria que estorbaba en la ciudad

En 1975 la Junta de obras del Puerto se negó a ceder sus terrenos en la zona de muelles

En 1982 las atracciones se instalaron en la explanada de las Almadrabillas, frente a la playa.

En 1982 las atracciones se instalaron en la explanada de las Almadrabillas, frente a la playa.

Eduardo de Vicente
Publicado por

Creado:

Actualizado:

En:

En noviembre de 1974 todavía quedaban en pie las huellas de la última Feria. El verano había quedado atrás, el ruido de las atracciones era ya historia, pero en el corazón de las Almadrabillas aún resistían los muros de la Caseta Popular, que se había quedado allí, varada, como los restos de un naufragio, esperando que alguien los retirara.

Al año siguiente, 1975, la propietaria de los terrenos, la Junta de Obras del Puerto, se negó a cederlos un año más para el montaje de la tramoya de la Feria. Empezaba, de esta forma, uno de los grandes problemas que se encontró la Comisión de Festejos a partir de ese momento: la ubicación del recinto ferial en una ciudad que estaba acostumbrada a su Feria cercana del Parque, el puerto y el Paseo, una Feria familiar y amable. Salíamos a la puerta de la casa y olía a Feria, como si hubieran regado las calles con toda la tramoya de los feriantes. Abríamos la ventana durante la noche para que el aire nos hiciera más transitable el camino hacia el sueño y escuchábamos el sonido peculiar de la Feria, agitándose en un cóctel donde se mezclaba la música con el ruido de las atracciones y las voces artificiales de la tómbola.

Uno tenía la sensación entonces de que nos traían la Feria al salón de nuestra propia casa y nos pasábamos el día pensando en la Feria como también nos pasábamos el verano ahorrando para poder ir a la Feria. Íbamos con las alforjas medio vacías, con el dinero justo para subirnos en la noria, tentar la suerte en la tómbola, pescar un pato con premio en el estanque dorado y comernos después un bocadillo de morcilla en los Díaz.

Íbamos, sobre todo, a mirar. La Feria tenía entonces el sabor de las cosas extraordinarias, de los acontecimientos que sólo podíamos ver cuando llegaba la última semana de agosto y cualquier atracción, por simple que fuera, era para nosotros el mayor espectáculo del mundo. Nos pasábamos las horas muertas mirando como se atropellaban en los coches de choque, donde el chulillo que manejaba el vehículo como un profesional buscaba de forma obsesiva el coche de la guapa para demostrarle su destreza.

Era la Feria del puerto, del Parque, del Paseo, de la Plaza Vieja, de la Puerta de Purchena y de la Rambla. Una Feria sencilla, llena de inocencia, donde no se había perdido aquella pureza de fiesta de pueblo que te iba envolviendo como en una nube de algodón.

Pero aquella Feria de andar por casa agonizaba y todos lo sabíamos. Teníamos la sensación de que cada una de aquellas ferias podía ser la última y que nunca volveríamos a ver el faro y la Alcazaba iluminada desde la cuna de la noria. En ese intento por buscar nuevos escenarios la Feria fue dando pasos hacia la franja costera de las Almadrabillas y El Zapillo, pero sin que esta solución fuera definitiva. En 1975 y 1976 la Feria ocupó los terrenos próximos a playa, los descampados de la Central Térmica y las antiguas huertas de la vega de El Zapillo. Allí molestaba menos, pero aquel invento nació sin alma y aquellas ferias alejadas del centro pasaron a la historia por el desarraigo y la mala organización. El que fuera alcalde durante tantos años, Santiago Martínez Cabrejas, hablaba del “desastre de la Feria de El Zapillo”.

La Feria entró en la década de los ochenta con la nostalgia del Parque y el puerto y sin tener un destino de futuro. En 1981, de nuevo en el centro, se aprovecharon los solares que quedaban libres en el barrio de Oliveros, que estaba en construcción, para instalar la zona de las casetas. La más importante, que seguía siendo la Caseta Popular, llamada después Caseta Municipal, la montaron en el mismo cauce de la Rambla, a la altura de la Plaza Circular, donde estaba el Parque Infantil de Tráfico.

La presencia de las casetas era cada vez más importante. Atrás quedaba ya, en el recuerdo de dos generaciones, la caseta de los Díaz y sus bocadillos de morcilla, y los nuevos tiempos venían con otro tipo de caseta diferente, la caseta entendida como prolongación de los bares de barrio, las casetas montadas sobre la barra de un bar, las casetas como punto de cita y de encuentro de familias y amigos. La gente quedaba en las casetas y allí cerraban las noches de Feria viendo amanecer.

La vieja Feria de Almería había iniciado la década de los ochenta sin rumbo cierto, consciente de que su presencia era un estorbo para una ciudad que seguía creciendo. Tras varios años en el entorno de Oliveros, las Almadrabillas y el Paseo Marítimo, que entonces era un proyecto, en 1984 la Feria regresó a su sitio natural que era el centro de la ciudad y la zona portuaria. Lo hizo a lo grande, instalando la Caseta Municipal en pleno corazón del Parque Nuevo y transformando la Carretera Nacional 340 en una vía exclusiva para los peatones, lo que obligó a desviar el tráfico por la calle de arriba. Durante seis años los almerienses pudimos recuperar nuestra Feria cercana y amable, hasta que en el año 1990 le llegó el traslado a la avenida del Mediterráneo.

tracking