La Voz de Almeria

Tal como éramos

El rascacielos sobre la arena de la playa

En 1962 empezó a construirse el edificio Playa, en medio de los chalés de Villagarcía

El edificio Playa con la terraza del Manolo Manzanilla en 1963, destacando entre los chalés que hasta entonces reinaban en el barrio de Villagarcía.

El edificio Playa con la terraza del Manolo Manzanilla en 1963, destacando entre los chalés que hasta entonces reinaban en el barrio de Villagarcía.

Eduardo de Vicente
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A comienzos de los años sesenta la playa que iba desde San Miguel al Zapillo conservaba su estampa bucólica con aquellos chalés blancos que habían ido naciendo en los años veinte a la orilla del mar. Todavía se mantenía en pie el balneario de San Miguel, que en plena decadencia tenía los días contados.

Pocos podían imaginar, que en cinco años aquella privilegiada franja marítima iba a convertirse en el reino de la especulación cuando sobre la arena de la playa, sobre las casas soleadas de Villagarcía donde veraneaba la burguesía almeriense de comienzos de siglo, sobre los terrenos de la vega de Las Conchas y las humildes cabañas de los pescadores, fue naciendo otra ciudad que pobló de gigantes de cemento y hormigón el suelo de Almería. Hasta entonces, ese trozo de costa que empezaba a los pies del Cable Francés y terminaba en lo que hoy es el Palmeral del Zapillo, fue un arrabal a extramuros, un lugar alejado y exótico con un balneario que nunca llegó a ser rentable y una franja de playa solitaria donde unos cuantos chalés se mezclaban con las viviendas más humildes de la gente de la mar.

Entre San Miguel y Villagarcía había un campo de fútbol, un solar baldío sobre el que los niños levantaron dos porterías con cuatro maderos. Al pasar Villagarcía empezaba la explanada de Las Conchas, salpicada de casas blancas que se alquilaban en julio y agosto para los veraneantes, con su zona de minifundios donde las familias vivían de lo que le daba la tierra. La vega y el mar se mezclaban a partes iguales en Villa Sorrento, con el cuartel de carabineros que hacía de frontera con las casas y una gran arboleda llena de eucaliptos centenarios.

En 1962 empezó a decidirse el futuro de aquella línea de costa. Se hablaba entonces de la conveniencia de construir un gran Paseo Marítimo custodiado por grupos residenciales como los que se veían en otras ciudades que nos llevaban la delantera en la carrera por el turismo. Almería quería vivir de cara al mar, construir una nueva ciudad costera que sirviera de escaparate a la hora de promocionar nuestras bondades climatológicas y nuestras playas, y esa nueva ciudad pasaba de forma irremediable por la franja litoral que desde el balneario de San Miguel se extendía hasta la curva del río.

Para empezar a levantar el nuevo barrio marítimo y su malecón era necesario la regeneración de la playa, pero cómo había prisas por hacer negocio, como los promotores apretaban viendo la posibilidad de sacar tajada, la construcción de edificios se adelantó a todos los proyectos y antes de que comenzaran las obras de regeneración de la playa ya estaban en pie los monstruos de hormigón, auténticos heraldos de los nuevos tiempos.

En aquel fatídico año de 1962 la empresa Construcciones Valverde consiguió la licencia para levantar en el corazón de la playa de Villagarcía un edificio de ocho alturas, con doce viviendas, casetas de baño en los bajos y una terraza para restaurante. Era el edificio Playa, el que abrió la veda y el que se hizo famoso por el negocio que acabó cambiándole el nombre: el Manolo Manzanilla, el restaurante que también fue sala de fiestas, que nació a bombo y platillo, pero que no llegó a triunfar en Almería.

La empresa Construcciones Valverde, la promotora del edificio Playa, fue una de las grandes beneficiadas en los primeros años del Desarrollismo. Hizo el cine Roma, las viviendas del Patronato Primero de Abril en Ciudad Jardín, el nuevo colegio del Milagro, el Hotel Fátima, las viviendas sociales del Quemadero, de la Plaza de Béjar y del Alquián, la colonia de los Pinares junto a la Carretera de Ronda y la Escuela de Formación de Adra, todos estos trabajos en un corto periodo de apenas siete años.

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