La Voz de Almeria

Almería

El 'periodista' de El Acebuche narra su paso por la prisión de Almería en un podcast

El exrecluso almeriense halló su redención entre rejas gracias a un bolígrafo y una libreta

Centro penitenciario de El Acebuche. Foto de archivo.

Centro penitenciario de El Acebuche. Foto de archivo.Europa Press

Elena Ortuño
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Nadie está preparado para perder su libertad de la noche a la mañana. Es por esto que, en el momento en el que Miguel Ángel Santiago ingresó en la prisión de El Acebuche, sintió que algo dentro de él se desmoronaba. No fue un héroe ni un mártir, sino más bien un tipo que cometió graves errores y los pagó, pero allí, entre muros y barrotes descubrió algo que muchos hombres en libertad ignoran: que la palabra puede ser una forma de recuperar la respiración.

Así lo cuenta en el nuevo episodio del podcast Fuera del Radar, titulado 'El prisionero de la mariposa', donde además de narrar su versión de los hechos que lo condujeron a la prisión, relata cómo se aferró a una libreta como quien se abraza a una tabla en mitad de un naufragio; origen del que luego sería su primer libro publicado: 'Abatido por una mariposa' (en la Editorial Círculo Rojo).

En un principio, escribió sin pretensión, casi por instinto. Un funcionario le pasó un bolígrafo, otro le consiguió una libreta, y con eso bastó para que encontrase el refugio que necesitaba. Derivado al módulo de respeto y mientras otros mataban las horas jugando al dominó o viendo la televisión, él anotaba frases sueltas, retratos de presos, fragmentos de conversaciones y pensamientos a medio cocer.

"Una cerilla como un bolígrafo, la sangre en el suelo como tinta, la gasa olvidada como papel"Versos de Alexandros Panagoulis desde la cárcel

Lo llamaban 'el periodista'. Y quizá lo fuese, porque en mitad de aquel hormiguero humano comenzó a ejercer el oficio más antiguo del mundo: mirar, escuchar y contar. En cada historia ajena encontraba un espejo y así, poco a poco, se decidió a contar públicamente su historia.

Una crónica de su paso por la cárcel

Lo denunciaron por acoso y, tiempo después, se saltó una orden de alejamiento. La justicia fue clara: seis meses de prisión en El Acebuche, la cárcel de Almería. Miguel Ángel Santiago no eludió su responsabilidad ni buscó excusas. Pagó su pena, la cumplió en silencio, y en ese silencio aprendió más de lo que enseñan muchos años de libertad.

Entre muros descubrió que las historias no pertenecen solo a quien las sufre, sino también a quien las escucha. Así, sin pretensiones, empezó a entrevistar a quien lo rodeaba: al funcionario que templaba los ánimos de un módulo, al educador que se negaba a rendirse, al cura que servía esperanza o al preso que soñaba con la libertad: "La escritura fue mi psicólogo, mi confesor y mi amiga invisible", afirma.

No buscaba redimir a nadie, tampoco juzgarlo; solo dejar constancia, como quien archiva huellas antes de que el polvo las borre: una crónica de su paso por la prisión, sin cuestionarse si lo que sus compañeros le confesaban era más verdad que mentira: "En sus historias me reconocí. Todos sentimos pánico el primer día".

En abril de 2024, en plena Semana Santa, Santiago obtuvo el tercer grado: arresto domiciliario con pulsera. "Pensé que era un error de excel, no me lo creía. Al salir de la cárcel, una leyenda decía: 'No mires atrás, si miras atrás, vuelves'".

Tras un emotivo reencuentro con su familia y varios intentos de vetar la publicación de su libro, la crónica (que mezcla entrevistas, prosa a modo de diario personal y poesía) vio finalmente la luz. En la actualidad prepara una segunda novela, esta vez de ficción, con la editorial granadina Aliar.

En el capítulo 'El prisionero de la mariposa', Miguel Ángel relata qué se siente durante la primera noche de prisión, cuando el silencio se convierte en castigo y la mente no encuentra consuelo. "Me preguntaron: ¿es que has estado en la cárcel?", admite en la entrevista, para después añadir que en ese momento supo que aquel sería un interrogante que lo marcaría de por vida.

Por eso decidió asumirlo, sin disfraces, y escribir un libro que contara su experiencia o aceptar entrevistas como la que Fuera del radar ha transformado en podcast. No por exhibicionismo, sino por una suerte de higiene moral: la necesidad de narrar para poder seguir viviendo con el peso de su pasado.

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