Reza el dicho que de una boda sale otra boda. Y aunque, obviamente, no es una fórmula científica, en estas líneas van a descubrir que, en ocasiones, el refranero es más poderoso que las matemáticas. Y con efecto multiplicador.

El pasado 10 de agosto, en la Iglesia de la Anunciación de Berja, renovaban su compromiso Francisco Benigno Martín Martín, natural de Lucainena de la Alpujarra, una pedanía de Alcolea, y María del Carmen Milán Salazar, almeriense de nacimiento criada en la localidad granadina de Turón. Lo hacían justo 50 años después de contraer matrimonio, un 10 de agosto de 1975, en la Iglesia de la Encarnación de Turón.

Fue aquel un enlace que comenzó a gestarse en otro enlace, como recuerda el hijo de la pareja, el profesor de Historia y escritor Fran Martín Milán. “Se conocieron en una boda en Lucainena y fue amor a primera vista, o eso dicen ellos. Mi padre buscó el apellido en la puerta de la furgoneta de mi abuelo materno para escribir su primera carta a mi madre. Eran otros tiempos”, recordó durante su intervención en la iglesia virgitana que ahora recupera para LA VOZ.

Aquellas primeras cartas que su padre enviaba a su madre acababan en el fuego. “Mi abuelo las tiraba a la lumbre, pero mi abuela rescataba algunas”. Así empezó a tejerse “un epistolario de amor y sueños” que pronto tuvo su segundo capítulo en Turón. “Allí viajaba mi padre en su moto Bultaco para ver nuevamente a su ilusión, la que con el tiempo sería mi madre”, señala.

Sin tirar la toalla

Francisco pidió permiso a su futuro suegro para salir con su hija. “Pero este le contestaba que su hija no necesitaba ningún novio hasta que tuviera de 25 años para arriba”, desvela entre risas.

Pero el padre del escritor virgitano no tiró la toalla. “Viajaba a Turón para ver a mi madre, tuviera permiso o no. El amor lo podía todo: a veces dormía en la casa de mi tía Asunción”. Un amor que fue creciendo con el tiempo, como lo hizo la relación epistolar mientras Francisco se fue a trabajar a Mallorca como cocinero.

Pasaron los años y decidió regresar a la provincia de Almería. Compró una casa en el Cerro de San Roque de Berja y allí formaría un hogar con María del Carmen. La pareja se casó en la localidad de la novia y tras aquellas nupcias, un año más tarde, nació su único hijo, Francisco Jesús Martín Milán. “Mis padres me dieron una educación y también la posibilidad de estudiar. Mi padre decía siempre que era el mejor bancal que me podía dejar, y tenía mucha razón”, detalla el impulsor de Encuentro de Testimonios de la Guerra Civil, un ciclo que en sus trece ediciones ha llegado a centenares de estudiantes almerienses.

Vida de esfuerzo

Fran Martín subraya el “esfuerzo” de sus padres por darle una vida plena. “Con sus tres furgonetas, primero en las frutas y hortalizas y después en Nutrexpa, mi padre recorría la provincia de sol a sol. Y mi madre tuvo durante 25 años una tienda, de 1975 al 2000, como sus padres en Turón, que la tuvieron 41 años, de 1951 a 1992”. Y cuenta que en los años que coexistieron ambos negocios su abuelo iba a diario a Berja a comprar enseres para su tienda. “Pasaba por la nuestra solo por la felicidad de ver a su hija. Ya con eso volvía feliz a Turón”.

Llegaron a Berja nuevos supermercados —Los Jiménez, Mercadona— y su madre cerró el negocio. “Pero se recicló y siguió trabajando: como envasadora hortofrutícola y con la tercera edad tras realizar cursos de geriatría, primero en residencias y después en los servicios sociales de Clece, donde se jubiló tras la pandemia en 2021”.

Una vida de “trabajo, ilusión y amor en la fe cristiana” que ahora se homenajea en LA VOZ. Por cierto, el antecesor de este diario, ‘Yugo’, ya recogió en 1951 la boda de los padres de María del Carmen.

Una petición de matrimonio para cerrar el círculo

De una boda nace otra boda, decíamos. Y tras la celebración de los 50 años de Francisco Martín y María del Carmen Milán, su hijo, en el mismo templo en el que se bautizó e hizo la comunión, pidió matrimonio a su novia, María Teresa Pérez. Ella dijo “sí”, cerrando el círculo ante una Iglesia de la Anunciación repleta.