“Supe que era gay cuando tuve que desear no serlo”
José Gabriel Fuentes escribe a corazón abierto sobre su lucha por sobrevivir y por “ser”

José Gabriel durante la presentación de 'A Fabio', en La Guajira.
Escritor por necesidad y actor por convicción, José Gabriel Fuentes ha crecido empuñando el bolígrafo como arma defensiva frente a la mirada juzgadora de aquellos que lo rodeaban. El almeriense, fundador de la escuela de teatro Impro¿qué?, siempre soñó con ganarse la vida sobre las tablas, pero lo que nunca llegó a imaginarse es que de sus vivencias y aprendizajes surgiera 'A Fabio', su primer libro.
¿De dónde nace tu impulso por escribir?
Yo escribí como una forma de desahogo. Yo tenía 12, 13 o 14 años y estaba tratando de sobrevivir a algo tan difícil como el bullying en el instituto. Para mí escribir era intentar entender la situación acallando a la vez el dolor y la incertidumbre. En aquel momento, o me dejaba arrastrar por el dolor o entendía que la vida era otra cosa. Decía: 'Esto no puede ser así, yo no puedo estar viviendo en el instituto con este bullying porque sí y ya está'. Yo escribía para buscar calma y paz.
Entiendo entonces que el contenido del libro no lo escribiste con la intención de que fuera leído, ¿no?
No, no, para nada. Yo escribía siempre desde el desahogo. Yo he tenido siempre mucha inquietud por la poesía y, de hecho, en la casa de mis padres tengo cajas con... es que no sé decirte el número de libretas, pero muchas, muchas libretas. Yo siempre he contado mi historia a través de la escritura antes que con la palabra hablada.
¿Y cómo saltaron de la libreta al libro?
Cuando, por suerte, la vida me trajo de vuelta a Almería y me puse a leer y a abrir todas esas cajas pensé en pasarlas a digital para que no se perdieran. Había poemas que me llamaban mucho la atención, que son todos los que contiene 'A Fabio'. Los ponía aparte, pero sin ninguna intención de nada. Y cuando vine a darme cuenta en esa carpeta que justo ponía 'Escritos aparte', dije: 'Ostras, esto podría ser un libro'. Entonces le hice una introducción y le hice un final. Mi primera idea era auto publicarlo, hasta que Andrea y Merce, que son de Postdata Ediciones, me dijeron que mejor me lo publicaban ellas.
Cuentas que escribías desde los 12 o los 13 años, ¿hay algún poema en el libro que haya sido escrito tan joven?
Sí. Los poemas tienen una cronología. Los del principio, como el de 'E.S.O soy yo', los escribí en segundo o tercero de Secundaria. Igual el de 'El primer hombre que me rechazó', que también está escrito con unos 14 o 15 años. El libro tiene dos apartados: desde que empiezas a leer hasta el final va pasando del José de 14, 15 y 16 años hasta casi la actualidad. Los últimos ya son más recientes.
En el libro se menciona recurrentemente la culpa. ¿Podrías hablarme sobre cómo defines este sentimiento y cómo te ha impactado al escribir 'A Fabio'?
Yo llevo mucho tiempo cargando con la culpa. O sea, no he sido nunca lo que nadie ha esperado de mí, no he sido el hijo heterosexual con carrera de medicina, por ejemplo. Yo he tenido que ir dando coditos, haciéndome hueco y decir: 'Oye, que a mí lo que me interesa es ser artista. Oye, que mi manera de amar es siendo homosexual' y otras muchas cosas. Al final, me he tenido que ir haciendo hueco entre las expectativas de, por ejemplo, mis padres.
Al final tuve que enterrar la culpa que sentía por las expectativas de otros y recoger la responsabilidad de hacer mi propia vida. Cuando yo creé el libro y escribí esa conclusión final, fue como decir ¡basta!. Al final, la culpa no nos ayuda para absolutamente nada, y menos cuando no es tuya, cuando no te la mereces. Hay una frase del libro que dice: hice lo que podía con lo que sabía en ese momento. Y es tal cual... Entonces, para mí, es verdad que el libro sí que pertenece al colectivo, pero no es verdad que si no eres gay o bisexual o lesbiana o perteneces a alguna de las letras del colectivo LGTBIQ+, no te lo puedes leer. El libro te lo puedes leer, seas quien seas, porque al final todos tenemos la culpa de no ser nosotros mismos.
Tienes poemas como el que mencionabas de 'E.S.O soy yo' o 'Mala persona' en el que hablas del bullying o de los puticlubs con la frase "está mejor visto ser putero que maricón". ¿Consideras tu escritura como un instrumento para la crítica social?
Nunca lo pretendí. Es verdad que luego al final he repartido bastante, sin ninguna excepción. Ya con 30 años fui consciente de todo lo que había vivido y de todo lo que vivo aún y lo que vive el colectivo, todo lo que vive cualquier persona que no puede ser y que no se atreve a ser por un juicio, por una ideología impuesta o por una sociedad que a veces señala y acusa y enjuicia tan injustamente. Hay una cosa en el libro que, sin intención de ser crítica, sí la hice con bastante rabia, que dice que al final no se trata de con quién te acuestes, sino de ser buena persona. El colectivo vive en un continuo y cansado esfuerzo de justificar que tienen derecho a amar, y eso es algo que entendí cuando ordené los poemas.
¿Qué papel juegan las expectativas familiares en la culpa que trasladas en el libro?
Un papel muy fundamental, porque me costó mucho deconstruirme y romper con todas esas expectativas de personas como mi madre o mi padre, con los que hoy tengo una relación maravillosa. Pero en ese momento yo no entendía cómo podía hacer daño a los demás mi sentimiento de querer ser.
Y por eso en el libro hay dos maneras de amar muy potentes. Una es a mis padres y la otra a todas las parejas que he tenido, que han sido significativas para mí. De alguna manera también he pertenecido a sus expectativas, porque dentro del colectivo también hay muchas: puedes ser gay, pero no lo seas con mucha pluma, tienes que ser de gimnasio, tienes que ser de no sé qué, no puedes ser tal... Entonces, al final esas dos maneras tan potentes de amar para mí, con sus respectivas expectativas, me hicieron escribir, porque no las entendía.
El libro es algo muy íntimo, ¿fue difícil publicarlo?
El libro tuvo un parto larguísimo. Fue una cosa horrorosa. Estuve a punto de auto publicarme dos veces, pero ambas me eché para atrás porque estaba cagado. Ya fue tiempo después cuando les escribí a Postdata Ediciones y fue todo tan rápido que no me dio tiempo a arrepentirme. Cuando por fin lo tuve en mis manos me tiré una tarde entera llorando.
¿Ha cambiado tu forma de afrontar la vida desde que has publicado este libro?
Sí. Al final lo que hizo Fabio fue que la herida existiera pero que no sangrara, que cicatrizara. Y las críticas también han ayudado. El libro ha llegado a una familia de Mallorca que tiene un niño que está descubriéndose a sí mismo. También está en Bilbao, está en un montón de sitios de conocidos y de gente que ha hablado de mi libro y que se lo he mandado a otras personas que no conozco. Y yo había recibido buenas críticas, pero no me las acababa de creer. El 21 de diciembre, en la presentación del libro, fue cuando de verdad vi lo que había hecho. Fue super sanador.
Al final terminas el libro gritando que ya no eres culpable. ¿Qué mensaje de esperanza mandarías a los posibles lectores de tu libro?
El mensaje de esperanza es que cuando entiendes y abrazas y consuelas tu propia culpa, te transformas. Eso es lo que te hace entender que al igual que todos los días no son iguales, tú tampoco eres la misma persona todos los días. Tiene que llegar un día en el que te preguntes qué hacer con la culpa que sientes, porque no puedes seguir caminando sin más. Es como una china en el zapato que no molesta mucho hasta que andas diez kilómetros y te das cuenta de que parece más pesada. Entonces, yo invito a todo el mundo a que se la saque de la mochila, la abrace y, si es una piedra muy grande, que la transforme en una escultura, o que la pinte y que, sobre todo, que la entienda.