Este viernes a los 90 años de edad nos dejaba en la capital el ex jugador del Almería Manolo Ordaz. Cuando el sevillano fichó por el Almería, bajo el amparo de otras siglas para tener un “hueco” en la Federación Española de Fútbol había cumplido ya los 25 años. 

El fino interior sevillano llegó al conjunto almeriense en la temporada 1966 luciendo varios años la camiseta rojiblanca. A Ordaz, el duende del Guadalquivir los béticos le acuñaron lo de Manolito porque a los 14 años ya deslumbraba a los aficionados con su excepcional toque de balón.

Manuel Ordaz Rebollar nació el 11 de julio de 1935, tras su paso por los equipos inferiores del Betis, en la temporada 1959/60 fichó por la UD Levante en Segunda División con tan solo 19 años de edad. Al año siguiente retorna al Betis, en Primera pero no encuentra su sitio, por lo que es cedido al Recreativo de Huelva para que un año más tarde vuelva de nuevo a vestir la camiseta verdiblanca. Jugó solo dos un partidos, uno en el Santiago Bernabéu de los Di Stéfano, Puskas y Gento, perdiendo el Betis 4-0 y otro en Heliópolis frente al Zaragoza.

En la temporada 1961/62 emigró a tierras gallegas fichando por el Ourense, destacando por su eficacia y clase jugando todos los partidos. Trotamundos incansable al siguiente año, temporada 1962/63 se incorporaba a las filas del Granada CF. Solo un año en la capital nazarí y nuevo fichaje, esta vez con el Mallorca. Fue en el año 1963 y allí estuvo dos años hasta que llegó al Almería donde jugó unos años. Fue capitán del equipo. Debutó el 12 de septiembre de 1965 en el Estadio La Falange frente Balompédica Linense (2-1) marcando el gol del triunfo. Jugó su último partido el 2 de marzo de 1969 en Almería, frente Jerez Deportivo (0-0).

Vivió el ascenso a Segunda División, frente Ponferradina ( junio 67), Aragón y Compostela (junio 68), sin éxito. Con Luis Pinel Martín de presidente y de entrenador a Antonio Serrano. Se retiró hace sesenta años en Almería, donde ha estado viviendo hasta su fallecimiento. 

Una vez colgadas las botas este magistral jugador cambió sus partituras futbolísticas de los terrenos de juego por el estudio de arquitectura y por su vocación escondida, la pintura artística, una de sus grandes pasiones que desarrolló de manera autodidacta.

Animado por los amigos, realizó varias exposiciones dando muestra de su talento manejando los pinceles y de paso llenar sus horas de esparcimiento.