La alineación con la que el equipo se presentó a disputar el partido hacia presagiar lo peor. Los peores temores se vieron confirmados al térmico de una caricatura de partido. Porque el cuadro local fue un querer y no poder y el rival ofreciendo una demostración de la razón por la que su trayectoria como visitante es más mala que regular. Once jugadores no pidieron vestirse de corto. Dos por lesión, Carriço y Sousa; Babic por sanción; Sadiq por capricho y Makaridze, Villar, Curro, Nieto, Chumi y Samú por haber dado positivo. En el banquillo sólo ocho efectivos. Cinco del filial, el portero Fuoli, Caballero, Cuenca, Sylla y Gilbert. De la primera plantilla sólo tres, Akieme, Buñuel y Ramazani, los dos últimos habiendo conseguido resultados negativos horas antes del partido.

Rubi optó por un once con pocas alternativas. Alternando en la referencia de ataque Portillo y Appiah. Los almerienses saltaron al campo siendo conscientes de sus limitaciones, pero fueron ganado en confianza y superando en muchas facetas a un adversario limitado. Dicen que las desgracias no vienen solas y el Almería pudo comprobar la veracidad del refrán dado que al cumplirse el primer cuarto Lazo se lesionaba, pasando los locales a jugar con doble lateral en la izquierda.

Pero cerca del intermedio llegó la segunda desgracia que supuso el 0-1, fallo defensivo en cadena a la salida de un córner y gol. En el descanso se queda en al caseta Centelles y salta al campo Caballero en una decisión del técnico que el transcurrir del partido demostraría que había sido errónea por la poca participación y peor colocación del canterano. Mejor estuvo Gilbert. Appiah, apuntando sin disparar, Portillo, con acciones de calidad, pero sin concretarlas en asistencias y, sobre todo Pozo, buscaron nivelar el marcador, pero la balas del Almería eran de fogueo y la meta visitante no perdió su virginidad. El jueves llega la Copa. El Almería no está en condiciones de competir.