La Voz de Almeria

Salud

La vida de un almeriense después de sufrir un ictus con 45 años: “No he vuelto a ser el mismo”

Por el Día Mundial del Ictus, médicos y pacientes, como Pedro, alertan del aumento de casos entre adultos de 18 a 50 años en Andalucía y la provincia

Socios de la Asociación Brada en una de sus salidas

Socios de la Asociación Brada en una de sus salidasFotografía cedida a LA VOZ

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La vida puede cambiar en cuestión de segundos. Un gesto que se tuerce, una palabra que no sale, un brazo que deja de responder. Detrás de esos síntomas puede esconderse un ictus, una urgencia médica que llega sin aviso y que cada vez afecta a más personas jóvenes. Lo que antes se consideraba una enfermedad de mayores hoy golpea también a quienes están en plena etapa laboral o familiar, con proyectos, hijos pequeños y una vida aparentemente sana. El almeriense Pedro García de la Torre lo sabe bien: tenía 45 años cuando su cuerpo dejó de responder y su vida dio un giro inesperado. Detrás de cada caso hay una historia de sorpresa, miedo y, en muchos casos, de superación.

Este 29 de octubre se conmemora el Día Mundial del Ictus, una fecha que recuerda la importancia de reconocer los síntomas y actuar a tiempo. En Almería, los profesionales alertan de un cambio silencioso: los casos en adultos jóvenes han aumentado en los últimos años. Lo que antes parecía una excepción empieza a ser una realidad que preocupa en consultas, hospitales y unidades de rehabilitación.

Un problema creciente

El ictus es la segunda causa de muerte en España y la primera en mujeres, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), pero también una de las más prevenibles: el 90% de los casos podrían evitarse con hábitos saludables y detección precoz. Cada año, más de 1.200 personas sufren un ictus en la provincia, una media de tres casos al día, según los registros del Servicio Andaluz de Salud. La incidencia en la región ronda los 200 casos por cada 100.000 habitantes al año y la prevalencia alcanza ocho por cada mil. En Andalucía, más de 20.000 personas la padecen cada año, la mayoría entre los 65 y 75 años, aunque el perfil está cambiando. 

En la última década, los especialistas alertan de un aumento del 40% en los casos de ictus en pacientes de entre 18 y 50 años en Andalucía, según estudios desarrollados entre 2010 y 2022, en los que ha participado el Hospital Universitario Torrecárdenas. El neurólogo almeriense Pablo Quiroga Subirana, de la clínica Neuroalmeria, advierte de un cambio silencioso en el perfil, ya que se ha observado “un aumento relativo de ictus en menores de 50 años, sobre todo isquémicos [un vaso sanguíneo del cerebro se obstruye, impidiendo que la sangre, y por lo tanto el oxígeno y los nutrientes, lleguen a una parte del tejido cerebral]”. Aunque el riesgo individual sigue siendo bajo, lo considera “un problema de salud pública, ya que la mayoría se pueden prevenir”.

Según explica, cada vez aparecen más factores cardiometabólicos a edades tempranas —hipertensión, obesidad, dislipemia, diabetes y tabaquismo—, junto a “estilos de vida y exposiciones poco saludables: sedentarismo, dieta de baja calidad, consumo de alcohol y drogas como la cocaína, que aumentan el riesgo de ictus isquémico y hemorrágico”. También influyen causas menos comunes, como “migraña, uso de anticonceptivos, embarazo o enfermedades de la sangre como las trombofilias”. “En conclusión —resume el especialista—, el ictus no es cosa solo de mayores y se puede evitar”, insiste.

Volver a ser el mismo

Pero detrás de cada diagnóstico hay una historia, como la de Pedro García de la Torre. Tenía 45 años cuando sufrió un ictus hace 12 años. Trabajaba de camionero y aquel día parecía uno más. “Me noté el lado izquierdo sin fuerza y la voz no me salía igual. No sabía lo que era. Cogí el camión y, poco a poco, me fui a casa. No sé ni cómo llegué”, recuerda. Su mujer y su hija, al verle, entendieron que algo grave ocurría. “Me llevaron corriendo a Torrecárdenas. Tenía la tensión alta y los médicos no conseguían bajarla”.

Sin apenas rehabilitación al principio, Pedro tardó meses en recuperarse y años en recuperar confianza. “Me fui recuperando, pero no volví a ser el mismo. Perdí alegría, carácter. La vida te cambia entera”. Hoy, con 57 años, preside BRADA, la Asociación Almeriense de Daño Cerebral Sobrevenido, desde donde acompaña a otras personas que han pasado por lo mismo. “En la asociación hacemos senderismo inclusivo, logopedia y rehabilitación. Somos unos treinta socios. Lo que necesitamos es más apoyo, porque cada vez hay más jóvenes con ictus y hay que estar preparados”.

Pedro García, a la izquierda, en una charla de BRADA

Pedro García, a la izquierda, en una charla de BRADAFotografía cedida a LA VOZ

Seguir hacia delante

“Salir se sale, pero no puedes venirte abajo”, insiste Pedro. “Yo pasé una depresión muy grande. Te sientes un peso para los demás. Pero con ayuda y actitud se puede seguir adelante. Hasta que no te pasa, no sabes lo que es la vida”. Sus palabras resumen lo que muchos pacientes jóvenes experimentan tras un ictus: la sensación de pérdida, la incertidumbre y el miedo a no volver a ser los mismos.

Belén Laureano Rico, neuropsicóloga —especialista en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades y trastornos del cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos— almeriense e investigadora del Centro de Investigación para el Bienestar y la Inclusión Social (Cernep-CIBIS), explica que ese impacto emocional es habitual. “Sufrir un ictus a una edad temprana tiene un peso psicológico enorme”, afirma. “Rompe los planes vitales, laborales o familiares, y obliga a reconstruir la vida desde otro punto”. Añade que, en estos casos, no solo hay secuelas físicas, sino también lo que llama secuelas invisibles: “problemas de memoria, atención, regulación emocional o fatiga que no se ven, pero limitan mucho la vida diaria”.

El valor de no estar solo 

Subraya que el entorno familiar y social es clave para salir adelante. “Cuando hay una red de apoyo, la recuperación es más rápida. Lo que más ayuda es no sentirse solo”, recalca. También destaca la importancia de una rehabilitación integral, que combine neuropsicología, fisioterapia, logopedia y terapia ocupacional: “Es lo que permite recuperar autonomía y volver a participar activamente en la vida”.

Pedro lo ha vivido en primera persona. “Al principio lo pasé muy mal. Te cambia el carácter, te encierras, no quieres salir ni ver a nadie. Pero cuando encuentras gente que ha pasado por lo mismo, todo cambia. Te entienden, te escuchan, te animan”, cuenta. Desde BRADA, la asociación que preside, ha visto cómo ese acompañamiento entre iguales marca la diferencia. “En los grupos, unos tiran de otros. Cuando ves que alguien mejora, te das cuenta de que tú también puedes”.

Este papel del entorno, las asociaciones y la coordinación entre profesionales será uno de los temas que se abordarán el 29 de octubre en el II Congreso Andaluz de Pacientes con Ictus, que se celebrará en el Hospital Universitario Torrecárdenas. El encuentro reunirá a especialistas, pacientes y familiares para debatir cómo mejorar la atención y la calidad de vida tras un ictus, compartiendo experiencias y estrategias de apoyo.

Tiempo es cerebro 

El neurólogo Pablo Quiroga lo resume con una frase sencilla: “El ictus se puede evitar”. La prevención empieza mucho antes de llegar al hospital y depende, en gran parte, de los hábitos cotidianos. No fumar ni vapear, controlar la tensión arterial y revisar con regularidad los niveles de colesterol y azúcar son gestos que pueden salvar vidas. También lo son mantener una alimentación mediterránea, hacer ejercicio diario, dormir bien y evitar el consumo de drogas o alcohol. En mujeres jóvenes, el especialista aconseja vigilar la combinación de anticonceptivos y migraña con aura, y, en general, aprender a reconocer los síntomas y actuar con rapidez: ante la mínima sospecha, hay que llamar al 112.

Porque en el ictus, cada minuto cuenta. El mensaje de los especialistas es claro: tiempo es cerebro. La diferencia entre reaccionar a tiempo o esperar puede marcar el futuro de una persona. Cuidar la salud, escuchar al cuerpo y actuar sin demora son, al final, las mejores formas de prevención. Porque no solo se paraliza un cuerpo, también se detiene una vida que de pronto hay que volver a construir. Pero en cada historia, como la de Pedro, hay un pulso que resiste. Un segundo puede cambiarlo todo, sí, pero bastan unos minutos de reacción para salvar una vida. Tiempo es cerebro, pero también oportunidad.

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