Tai Yuan Lin: “Me quedo en Almería porque me ha dado mucho y eso hay que devolverlo”
El médico de Níjar de origen taiwanés que enseña Tai Chi en Pescadería

El doctor Tai Yuan Lin en su consulta en Níjar.
Tai Yuan Lin el médico de origen taiwanés, criado en Almería, que pasa consulta en el centro de salud de Níjar y da clases de Tai chi en Pescadería. Llegó a España cuando tenía siete años de la mano de su madre, una joven viuda que necesitaba un cambio de aires. Ella encontró en Almería su hogar por sus gentes amables y sus playas.
Hoy, sentado en el café París, entre tazas de té y risas, habla de todo: de cómo olvidó su idioma y tuvo que reencontrarlo, de la tetería que su madre abrió en Almería y que se convirtió en un rincón de referencia, de las largas guardias en urgencias, de vivir conviviendo con lo mejor de dos culturas en cuanto a tradición, gastronomía y medicina milenaria.
Tai, ¿Recuerdas el viaje a Almería?
Sí, claro. Llegamos primero a Salamanca. Yo entré en el colegio en el último trimestre y no entendía nada de lo que se decía. Pero era un niño, y lo que buscaba era jugar. Recuerdo a un compañero que siempre me llevaba de la mano a todos lados, como si fuese mi hermano mayor. Eso me marcó mucho.
¿Tu madre sabía español cuando vino?
Nada, cero. Imagina plantarse aquí sola, con un niño pequeño, sin idioma, sin redes… Fue durísimo. Al principio vivimos en casa de unos amigos, pero pronto tuvo que buscarse la vida. Ella siempre fue muy valiente.
Y además abrió una tetería en Almería, ¿verdad?
Sí, se llamaba Sinlín. Fue la primera tetería asiática en la ciudad y se hizo bastante conocida. Era un lugar distinto, con su propio ambiente. Yo pasé gran parte de mi adolescencia allí, estudiando, ayudando… incluso aprendiendo de los universitarios que iban como clientes. Para mí fue casi una segunda escuela.
¿Cómo viviste tu infancia siendo “minoría” en un lugar como Almería?
Al principio no lo pensaba mucho, era un niño. Pero en la adolescencia sí empecé a sentir esa búsqueda de identidad, ese querer entender de dónde vengo y dónde estoy. Incluso perdí parte del idioma: podía hablar con mi madre en lo cotidiano, pero no tenía el vocabulario para expresar sentimientos más complejos.
¿Eso te generó una crisis de identidad?
Algo así. Sobre todo en la adolescencia. Notaba que me comportaba como mis amigos españoles, pero al mismo tiempo había cosas que me diferenciaban. Ese vacío me llevó a querer reconectar con Taiwán, con mis raíces.
¿Siempre quisiste estudiar Medicina?
No. Al principio me interesaban las ciencias tecnológicas: la ingeniería, la arquitectura… quizá porque mi padre, al que nunca llegué a conocer, era ingeniero industrial. Pero la vida me fue empujando a otro lado.
¿Qué te convenció para estudiar medicina?
Creo que fue la mezcla de mi gusto por ayudar a los demás y el contacto con la medicina tradicional china que conocí de pequeño en Taiwán. Me fascinaba cómo te diagnosticaban tomándote el pulso y te recetaban hierbas en polvo que sabían mucho mejor que un paracetamol. Eso se quedó conmigo.
¿Cómo te costeabas la carrera?
Gracias a las becas del ministerio, cada fin de semana volvía de Granada a Almería para ayudar a mi madre en la tetera que daba lo justo para vivir, nunca llevé unas zapatillas de marca.
Hoy eres médico de familia. ¿Qué es lo que más disfrutas de tu especialidad?
La cercanía con los pacientes. Verles a lo largo del tiempo, conocer su historia, su entorno. Hacer visitas a domicilio y entrar en la intimidad de una familia es algo único. No solo tratas síntomas, acompañas vidas.
Tu madre debe de sentirse muy orgullosa de que seas médico.
Para ella esto es lo que debo hacer. No deja que el ego se apodere de ella. Culturalmente es otro concepto. Cuando recogía mis notas los profesores la felicitaban por mis resultados, pero ella solo se preocupaba de que tratara a todos con respeto.
¿Qué es lo peor de tu trabajo?
Hay muchas dificultades: la sobrecarga de trabajo, las guardias con decenas de pacientes en una noche, los choques culturales o de idioma. A veces siento frustración porque la gente acude a urgencias sin necesidad, solo para tener un registro médico o la típica lumbalgia de los lunes. Pero también hay momentos que te recuerdan por qué haces esto: un tratamiento que evita un ingreso, una familia que confía plenamente en ti… Eso compensa.
Y además has integrado prácticas como el Tai Chi y el Chi Kung en tu vida y tu trabajo. ¿Cómo surgió?
Gracias a mi tío y a una compañera, empecé a enseñarlo en talleres comunitarios. En el barrio de Pescadería formamos un grupo que tiene hasta lista de espera. Como médico de familia también tengo que implicarme en la salud del barrio.
¿Por qué elegiste quedarte en Almería?
Este es mi hogar, aquí vive mi madre, y tengo mucho que agradecer a este tierra. España me ha dado mucho, si no hubiera sido por las becas no habría salido adelante y todo eso hay que devolverlo.