Carmen Álvarez Coto: “No soy espectadora de la naturaleza, soy naturaleza”
Pintora afincada en el Cabo de Gata, inaugura hoy lunes 18 de agosto en el Castillo de San Andrés de Carboneras

Carmen Álvarez-Coto en pleno desarrollo de su trabajo en su estudio de Cabo de Gata.
Hoy inaugura una exposición que permanecerá abierta hasta el 28 de septiembre en el Castillo de San Andrés de Carboneras.
Carmen Álvarez-Coto (Madrid), licenciada en Bellas Artes y Catedrática de Dibujo, ha desarrollado una intensa trayectoria nacional e internacional desde los años 80, con exposiciones en espacios como la Fundación Joan Miró, el Palacio de Velázquez o el Museo Español de Arte Contemporáneo, así como en Toulouse, Ámsterdam, Viena, Niza o Nápoles.
Su obra, presente en colecciones permanentes como el Palacio de la Moncloa, la Fundación Antonio Pérez o el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, explora el paisaje como experiencia vital y pictórica, en un diálogo constante entre gesto, color y materia. Residente habitual en el Cabo de Gata, ha hecho de este lugar un motor creativo esencial. Su nueva exposición titulada “Naturaleza, infalible maestra”, está comisionada por Mercedes Álvarez y Eduardo Barceló. Se inaugura hoy 18 de agosto y podrá visitarse en el Castillo de Carboneras hasta el 28 de septiembre.
En el Castillo de Carboneras, reúne 45 obras que recorren todas sus etapas creativas. Siendo muy joven descubrió que la pintura pasó de ser una afición a convertirse en su forma de vida.
La decisión no llegó de un día para otro; fue un proceso. Ingresar en Bellas Artes fue determinante. Me encantaban el dibujo, la arquitectura y la música, pero allí encontré un entorno donde mi sensibilidad era reconocida y valorada. Eso, para una joven que aún dudaba de su camino, fue clave. Con el tiempo, la pintura dejó de ser una posibilidad y se convirtió en una necesidad vital. Descubrí que, aunque otras artes me atraían, el color, la forma, el paisaje y la naturaleza me daban una libertad expresiva que ninguna otra disciplina me ofrecía.
Con el paso del tiempo su concepción del arte evolucionó y dejó que la experimentación tuviera un papel primordial en su trabajo.
Siempre he creído que el arte se alimenta de la vida y de la cultura. La pintura no se desarrolla en un vacío: se enriquece con la literatura, la música, la historia, la observación de lo que nos rodea. Esa mezcla de experiencias y saberes crea un poso que luego aflora en la obra. La experimentación es constante porque no me interesa repetir fórmulas. No empiezo un cuadro con una idea cerrada; dejo que la experiencia, la memoria y el azar participen. Para mí es esencial mantener una honestidad absoluta hacia la pintura, sin forzarla ni contaminarla con artificios ajenos a su naturaleza. Esa libertad y esa fidelidad me permiten que el gesto sea más auténtico y que la obra tenga su propia voz.
En su pintura descubrimos una tensión permanente entre abstracción y paisaje, que ella gestiona para lograr un equilibrio.
Creo que la naturaleza, en sí misma, es abstracta. Cuando observas una roca, el fondo del mar o fragmentos de paisaje encuentras formas, texturas y colores que podrían pertenecer perfectamente a un lienzo abstracto. Yo no busco copiarla literalmente; trato de traducir lo que me provoca, lo que me hace sentir. A veces es un impacto visual, pero muchas veces es algo más profundo, casi físico, que me atraviesa y que intento devolver al lienzo.
En su trabajo encontramos una fuerza emocional que supera a lo descriptivo.
Sí, absolutamente. El color no lo uso para describir fielmente un paisaje, sino para transmitir una emoción, un estado. La materia, la densidad de la pintura, funciona igual: hay zonas donde la carga de materia da fuerza y otras donde la ligereza aporta un respiro. Ese contraste crea ritmo, tensión y, al mismo tiempo, armonía.
Otro de los factores determinantes en su pintura es el papel que juega el tiempo.
El tiempo es un aliado silencioso. Con los años, acumulas experiencia, pero también paciencia. Aprendes a dejar que la obra respire, a escucharla. A veces un cuadro necesita un gesto inmediato; otras, necesita reposar semanas hasta que encuentras el momento. Para el espectador, el tiempo también es clave: quien se detiene a mirar con calma descubre matices que quizá no afloran a primera vista.
Otra de sus características como artista es el uso del gran formato.
El formato pequeño, con el tiempo, ha empezado a resultarme limitante. Siento que tendría que seguir pintando el aire, y el aire no se puede pintar. El gran formato me exige trabajar con todo el cuerpo, no solo con la mano. Me obliga a moverme, a acercarme y alejarme constantemente del lienzo, y eso se nota en la energía final de la obra.
Ahora nos la encontramos en el Castillo de Carboneras en una exposición que recorre toda su trayectoria pictórica.
El Castillo es un espacio con una presencia muy potente. Al principio pensé que el color de la piedra podría interferir con mis obras, pero he comprobado que no, que su fuerza dialoga perfectamente con la mía. Las salas han permitido que las obras de gran formato ocupen un lugar central, mientras que las piezas más pequeñas se han instalado en espacios diferenciados, como el Almacén de Pólvora, que se adapta perfectamente a mi primera época. Así el visitante puede recorrer distintas etapas y dimensiones de mi trabajo de forma natural.
Equilibrio Esta artista también busca mantener el equilibrio entre la coherencia del conjunto y la fuerza de cada obra.
Ambas cosas son esenciales. Me interesa que cada pieza pueda sostenerse por sí misma, con su identidad y su fuerza, pero también que, al reunirse, formen un relato común. El recorrido de esta exposición está pensado para que el espectador inicie su visita con mis primeras obras, más pequeñas y líricas, y avance poco a poco hacia las de gran formato, más expansivas y enérgicas. Ese tránsito no es solo formal, sino también vital: permite percibir mi evolución, los cambios de lenguaje y de intensidad, en un proceso coherente.
Carmen ama la naturaleza y es un elemento esencial en su trabajo. Esa fue una de las razones que la llevaron a instalarse definitivamente en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar.
El paisaje no está “fuera”, está dentro de mí, y mi pintura es una forma de devolver esa conexión. No soy espectadora de la naturaleza, soy naturaleza. El Cabo de Gata es para mí una fuente inagotable de energía y de estímulo creativo. Su luz es única, cambia cada hora y transforma los colores y las formas de una manera casi mágica. Sus paisajes, a veces austeros y otras veces exuberantes, me ofrecen infinitas lecturas y emociones. Aquí no solo pinto lo que veo, sino lo que siento al estar inmersa en este entorno. Es un lugar que me conecta con lo esencial, que me recuerda la fuerza y la fragilidad de la naturaleza, y que siempre me invita a volver al lienzo con nuevas preguntas.
Esta artista cuida que su mensaje llegue al espectador.
Deseo que quien mire mis cuadros sienta esa fuerza, que perciba la energía y la emoción con la que trabajo. Y si, además, el espectador aporta su propia sensibilidad y bagaje cultural, el diálogo se vuelve mucho más rico.
Ella se siente encantada de poder reunir en el Castillo de San Andrés obras de distintas etapas.
Es fascinante. En el estudio las tengo amontonadas; aquí puedo verlas dialogar entre sí.
Y tras esta exposición admite que desconoce hacia dónde se dirigirá su trabajo.
Seguiré trabajando, experimentando con la naturaleza y dejándome sorprender. La pintura para mí no es un camino con destino establecido, es un viaje infinito.
Para Álvarez-Coto la pintura puede seguir ofreciendo experiencias en la era digital.
La imagen digital es una cosa; la creación pictórica es otra. El tiempo lo dirá.
E invita a los que vayan a ver su obra que lleguen con la mente abierta y relajada.
Que venga sin expectativas y se dejen llevar. Que miren despacio, sin prisa, que permitan que la obra le hable. Si logran apasionarse con lo que ven, yo me sentiré satisfecha.