La conservadora que baila swing y restaura obras de Picasso
Cruz Ramos Martínez es conservadora-restauradora y trabaja en la intervención con todo tipo de documentos gráficos en su estudio Minium Restaura

Cruz Ramos en el proceso inicial de la restauración de un libro del siglo XVIII.
Conocí a Cruz Ramos en clases de baile swing, y la impresión que tuve es que es alguien con quien vale la pena conversar. Siempre sonriendo, sin parecer un compromiso, y con una gentileza que suele descolocar. En una de esas conversaciones aprendí que se dedica a la restauración, en particular a la documental. Llegué incluso a enviar a su laboratorio a un amigo que necesitaba reparar un libro.
En esta ocasión nos reunimos de nuevo para hablar un poco más de su mundo, de esa profesión que ella considera un deber con nosotros mismos, con aquellos que nos legaron su historia, y con aquellos que la recibirán. Conversamos en la sala principal de su estudio, MINIUM, entre partes de libros, mapas y más sustancias químicas de las que podría mencionar.
¿Cómo llega al camino de la restauración?
Pues la restauración es que me enamoró. Desde el momento en el que supe de su existencia me pareció una carrera maravillosa. Me gusta mucho el arte, de siempre, y eso de cuidar del arte, de hacer como de doctora, pues era algo que me parecía muy llamativo. Creo que lo conocí en octavo de EGB, allá por el EGB, y desde entonces sólo quise ser restauradora.
Una vez decidido, vendría el cómo formarse…
Sí, sí. La carrera se hacía en Madrid. Ahora ya se hace en varios sitios, pero en ese momento principalmente en Madrid. Su nombre completo es Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Era muy selectiva, te hacían un examen de ingreso, entraban solamente cincuenta personas al año…había que preparársela.
¿Cómo se decantó por la modalidad de patrimonio documental?
No sabía de su existencia hasta que comencé a estudiar la carrera. Había varias especialidades: Arqueología, Pintura, Escultura y Documento Gráfico. Y este me pareció maravilloso. Me pareció un campo inexplorado y, además, de los materiales el papel siempre es el más sensible, el que más te marca retos.
¿Qué materiales incluye la especialidad?
Entran desde libros, grabados, dibujos, hasta cualquier material hecho en pergamino, en papiro, en cuero, esculturas de papel. En fin, hay multitud de cosas que pueden llegar.
¿Cuántos años lleva en la actividad?
Mientras estudiaba ya estaba trabajando en un taller de Madrid de restauración. Estamos hablando de 1996... Desde entonces estoy trabajando.
¿Qué recorrido siguió en los años fuera de Almería?
Trabajé en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, en el Archivo General de Simancas, que es un archivo precioso en un castillo maravilloso. Estuve en el Archivo de Nobleza de Toledo, que también tiene unas colecciones muy llamativas. En la Alhambra estuve varios años. Y bueno, llegó un momento en el que me apetecía volver a casa y probar aquí. O sea, aquí también hay patrimonio documental que merece ser restaurado, así que por qué no.
¿Y cuántos años lleva con el laboratorio aquí?
Desde el año 2004, porque lo compaginaba con otros trabajos, como el de la Alhambra.
Seguro tiene historias de casos curiosos con los que ha trabajado…
Curiosos… bueno, depende. Hay algunos que son curiosos porque los autores son muy llamativos: Goya, Picasso, tal. Hay otros que me han gustado mucho como documentos familiares, unos árboles genealógicos muy bonitos, que son de particulares. Ahora por ejemplo estoy con un mapa de 1800, de cuando todavía Filipinas y Cuba eran colonias españolas. En fin, ha habido cosas graciosas. La verdad que sorprende.
¿Qué retos encuentra en su profesión?
Pues el reto en mi profesión es hacerla visible. Hacer visible que realmente es necesario cuidar de nuestro patrimonio. Lo que ha llegado hasta nosotros ha pasado por guerras, por épocas de ignorancia, de desidia y a pesar de todo ha llegado; entonces ahora que lo tenemos en nuestras manos es nuestra la responsabilidad de que perviva para el futuro. Y ahora que sabemos cómo hacerlo, porque antes podíamos tener la excusa de que no había medios o no se sabía, el mayor reto es ponerlo en marcha. Que se lleve a cabo, que no sea una labor puntual, de una cosa que se restaura y luego se olvida. Lo suyo es tomar conciencia. Esto es como una persona cuando va al médico: no va una vez y se olvida de su salud por el resto de su vida. También va al médico su familia, todo el mundo igual para tener una mayor calidad de vida.
¿Qué le entusiasma más de su futuro?
¿Qué me entusiasma? Pues que es una actividad que está en continua evolución. Continuamente se están haciendo nuevos descubrimientos, nuevas maneras de hacer tratamientos más efectivos, más rápidos, menos tóxicos (importantísimo) y más viables. Entonces el reto es seguir actualizándonos. Lo bonito es que es una actividad que está viva.
¿Cómo se inserta el estudio MINIUM en este proceso de evolución?
Siempre tiendo a querer estar actualizada. Entonces ahora, por ejemplo, han comenzado a salir unos nuevos tratamientos de los que solamente se tienen conocimiento en Estados Unidos. Contacté con Amparo Escolano, la más de lo más en este momento en ese tipo de tratamientos. Y bueno, me la traje. No solamente para aprender sino para dar un curso a compañeros restauradores y que todos aprendamos. De ese curso hemos hecho dos ediciones, y pretendemos seguir haciéndolas.
Hemos mencionado el nombre del estudio varias veces, pero no le he preguntado de dónde surge...
Pues minium es la sustancia que se usaba para hacer miniaturas. O sea, las miniaturas se llaman así porque estaban hechas con esa sustancia, con minium, que es un pigmento rojo que se utilizaba para decorar.
Hace mucho énfasis en que se cuide todo el patrimonio documental. ¿Cómo le gustaría hacer llegar este mensaje a los lectores?
La idea principal que quería que se quedase es que debemos tener conciencia del valor de nuestro patrimonio y cuidarlo de manera permanente.
Nada es eterno, pero ya que tenemos Patrimonio documental que ha llegado hasta nosotros sobreviviendo a mil avatares (guerras, desidia, ignorancia…), tenemos la responsabilidad de cuidarlo y protegerlo para que generaciones posteriores puedan seguir disfrutándolo, como mínimo, tan bien como ha llegado hasta nosotros, y para ello tenemos que tratarlo.
Conocemos la manera de hacer que la mayor parte de las patologías que sufre y que son amenazas para su pervivencia (como son la acidez, la corrosión de tintas, los efectos perniciosos de la contaminación atmosférica…) puedan ser paralizadas y muchas de ellas subsanadas.
Es nuestro deber como sociedad cuidar de nuestra memoria.
Para esto, pues que el laboratorio está abierto tanto a instituciones (tengo maquinaria preparada para restaurar un gran volumen de documentación), pero también de particulares. Cosas a las que se les tenga cariño y se quieran restaurar, que es por lo que abogo.