Irene Villa: "Cuando entiendes que el perdón es un acto de amor hacia ti misma, algo se desbloquea"
Irene Villa, durante su entrevista con LA VOZ, reflexiona sobre su vida tras el atentado de ETA

Irene Villa sobre "los ochomiles de la vida"
Con solo doce años, Irene Villa vio su vida cambiar para siempre tras sufrir un brutal atentado de ETA con coche bomba junto a su madre, que le arrebató las dos piernas y tres dedos de una mano. Pero lejos de rendirse, esa tragedia marcó el inicio de una historia de superación, compromiso y esperanza.
Periodista, escritora, psicóloga, conferenciante, deportista de élite en esquí alpino adaptado, pero como ella misma recalca, sobre todo madre de tres hijos. Villa ha convertido el dolor en motor de transformación social.
Su voz, templada por la experiencia y la resiliencia, inspira a miles de personas a romper cadenas, abrazar el perdón y mirar el futuro con propósito. Porque como ella misma dice: “Siempre, siempre se puede empezar de nuevo”.
¿Cómo se define Irene Villa hoy?
He sido muchas Irene a lo largo de mi vida, y todas forman parte de lo que soy hoy. La niña alegre de Aluche, la que tuvo que aprender a vivir sin piernas, la periodista, la madre que enseña a sus hijos a levantarse siempre. Cada etapa de mi vida me ha reconstruido con más fuerza y conciencia. Hoy me definiría como una mujer agradecida, comprometida y en paz. Porque he aprendido que, pese a todo, siempre se puede empezar de nuevo.
Ese mismo aprendizaje vital me ha llevado a implicarme profundamente en la lucha contra la violencia intrafamiliar. No porque la haya vivido en primera persona, sino porque al estudiar el origen de muchos comportamientos destructivos en la edad adulta, he comprendido que, en muchos casos, todo comienza en el entorno familiar. Por eso creo que es ahí donde hay que intervenir, educar y sanar, si queremos construir una sociedad verdaderamente libre de violencia. Yo intento aportar desde varios frentes: los libros, las columnas, las charlas… e incluso doy mis conferencias en las cárceles.
¿ Tras el atentado, ¿cómo canalizaste emociones como la rabia o el miedo siendo apenas una niña?
Tuve momentos de rabia, claro que sí. Era una niña y no entendía por qué me había pasado algo así. Pero el deporte fue un salvavidas. Yo siempre fui muy deportista, jugaba al baloncesto, patinaba… Tras el atentado no volví a patinar, pero descubrí otros deportes como la piragua o el esquí. El deporte me ayudó a canalizar todas esas emociones, a sentirme capaz, fuerte. Hoy se lo inculco a mis hijos. Siempre les digo que la vida eres tú, y que tú estás contigo para siempre. La discapacidad nos ha enseñado a ser más independientes y empáticos.
¿ El perdón está muy presente en tu discurso. ¿Qué significa realmente perdonar para ti?
El perdón no es justificar lo que te han hecho. Es liberarte del odio y del peso que supone vivir con rencor. Mi madre me lo dijo tras el atentado: “Si no perdonas, no vas a poder seguir adelante”. Y tenía toda la razón. Al principio cuesta, claro, pero cuando entiendes que el perdón es un acto de amor hacia ti misma, algo se desbloquea. Quien no perdona, sufre más.
Entonces, ¿tú pudiste perdonar tras el atentado?
Sí, lo hice. Lo aprendí desde muy pequeña y me ha permitido vivir sin miedo, sin odio y con mucha más compasión.
¿ Qué se siente al estar tan cerca de la muerte y, sin embargo, seguir viva?
Se siente una gratitud infinita. Porque empiezas a valorar hasta lo más pequeño. Respiras y ya es suficiente motivo para sonreír. Cada día es un regalo, incluso los días duros. En Sierra Nevada, donde entreno con el equipo de esquí adaptado, a veces la gente nos mira con lástima, como si estar en silla de ruedas fuera una tragedia. Y no se dan cuenta de que estamos felices, porque estamos vivos. La gratitud es la clave para disfrutar esta segunda oportunidad que me dio la vida.
¿Qué les dirías a quienes viven en el miedo?
Que el miedo hay que atravesarlo. Justo ahí, en lo que más temes, está tu mayor libertad. Recuerdo cómo me aterraba bajar una pista roja de esquí. Y cuando por fin lo hice, me caí, di vueltas de campana, acabé en quirófano. Pero lo hice. Y eso me hizo sentir libre. La valentía no es no tener miedo, es enfrentarlo. Cada vez que superas un miedo, creces.
Hablas en tu libro de "los ochomiles de la vida". ¿Cuáles han sido los tuyos?
El atentado, sin duda, fue uno de los más altos ochomiles de mi vida. Pero no fue el único ,la infección de cuatro años que tuve por una bacteria, mi divorcio … La vida te va poniendo a prueba una y otra vez, y cada reto deja una huella, pero también una lección. Uno de los golpes más duros fue perder a una amiga muy querida, con tan solo 50 años, víctima de un cáncer.
¿Cómo imaginabas tu vida cuando eras pequeña, se parece?
No, ni por asomo. Crecí en un barrio humilde de Madrid, en Aluche, yo quería ser modelo. Aquel día cambió todo. Si no hubiera estado en ese coche… Quizá hoy mi vida sería otra. Pero no cambiaría nada, porque he descubierto un propósito que va más allá de mí. Hoy acompaño a otras víctimas, incluso del 11M, y siento que todo tiene un sentido. Aunque a veces tarde en revelarse, el destino sabe lo que hace.
¿Qué mensaje le darías a alguien que cree que pierde la esperanza?
Que lo mejor está por venir. Y no es una frase bonita: es real. He vivido situaciones muy duras, y siempre ha llegado algo que me ha devuelto la ilusión. El pasado no se puede cambiar, pero el futuro está por escribir. Si no te gusta lo que recoges, piensa en lo que sembraste. Siempre puedes volver a plantar. La vida te ofrece oportunidades todo el tiempo.
En tu libro hablas de esos grandes retos que todos enfrentamos. ¿Qué podemos encontrar en esas “cumbres” que a veces parecen imposibles de escalar?
En los ochomiles de la vida encontramos nuestra verdadera fortaleza. Al principio parecen montañas imposibles, llenas de miedo, dolor o incertidumbre. Pero cuando decides subir, paso a paso, te das cuenta de todo lo que llevas dentro: resistencia, fe, amor propio.