Cada año, con la llegada del Ramadán el 1 de marzo, millones de musulmanes ajustan su rutina para cumplir con el ayuno desde el amanecer hasta la puesta del sol. Para quienes realizan trabajos físicos exigentes, como la construcción o la agricultura, el reto es aún mayor. Abdallah Mhanna, imán de Almería, señala que el ayuno no solo es una prueba física, sino también un ejercicio de disciplina y fe. 

No obstante, reconoce que en ciertas condiciones puede ser difícil: “El islam tiene normas claras, pero también flexibilidad. Quienes enfrenten riesgos para su salud pueden ser eximidos y compensarlo cuando se pueda realizar”.

Uno de los aspectos clave para sobrellevar el ayuno en trabajos exigentes es la alimentación en el suhoor (comida previa al amanecer). “No hay un alimento obligatorio, pero debe ser nutritivo y equilibrado”, explica Mhanna. “Muchos musulmanes toman pan, queso, té o zumos para obtener energía. Cada persona adapta su dieta según sus costumbres y necesidades”.

Los nutricionistas recomiendan combinar carbohidratos complejos, proteínas y grasas saludables para una energía sostenida. También es clave mantenerse hidratado antes de que inicie el ayuno, especialmente para quienes trabajan al aire libre.

La forma de romper el ayuno varía según la cultura. Sin embargo, un hábito extendido es iniciar el iftar (comida que rompe el ayuno) con dátiles y agua, siguiendo la tradición del profeta Mahoma.

Algunos platos típicos del iftar incluyen: Sopa Harira, popular en Marruecos, lleva carne, verduras, garbanzos y especias, acompañada con pan como el Mlawi. La Harcha es una torta del norte de Marruecos, hecha con sémola de maíz. El Baghrir, un postre marroquí, es similar a un panqueque esponjoso. Las empanadillas de carne y verduras, horneadas o fritas, son comunes en diversas regiones. Los huevos hervidos con comino son un alimento simple pero nutritivo para recuperar energía.

El imán Mhanna enfatiza que no hay un menú obligatorio: “La elección de alimentos depende más de la cultura que de la religión. Lo importante es que la comida sea ‘halal’ (permitida por la religión musulmana) y nutritiva”.

Abdallah hace un llamado a los empleadores para que permitan ajustes en la jornada laboral durante el Ramadán. “Ruego a los jefes que actúen con lógica y flexibilidad, especialmente en trabajos físicamente exigentes”, señala.

En algunos países musulmanes, los horarios laborales se modifican para que los empleados trabajen en las horas más frescas del día. En lugares donde estos ajustes no son comunes, los trabajadores buscan estrategias para conservar energía, como minimizar esfuerzos, tomar descansos y mantener un ritmo estable.

Pero mucho más allá del esfuerzo físico, el imán destaca que el Ramadán es un periodo de reflexión y conexión espiritual. “No se trata solo de dejar de comer y beber, sino de fortalecer la paciencia y la autodisciplina”, subraya.

 Sin embargo, insiste en que la religión permite excepciones cuando la salud está en riesgo: “El islam no impone el ayuno de manera irrazonable. Quienes no puedan cumplirlo por razones justificadas pueden reponerlo en otro momento o hacer una compensación (fidyah)”.

A medida que avanza el Ramadán, los trabajadores buscan equilibrar su fe con sus responsabilidades laborales. Aunque el desafío es grande, muchos lo asumen con compromiso y adaptan su rutina para cumplir con este pilar fundamental en la religión musulmana.

“No es lo mismo ser funcionario que trabajar en un invernadero, pero todos enfrentan dificultades”, destaca Mhanna. Además, explica que, si un trabajador no puede ayunar nunca debido a su empleo, finalmente terminan buscando otras oportunidades que les permitan practicar su fe plenamente.