Tradición, identidad y emoción en Roquetas: los recuerdos más entrañables de Santa Ana en El Puerto
Un año más la devoción inunda a la famosa barriada del municipio roquetero con las fiestas en honor a la Virgen del Carmen y Santa Ana

Collage de recuerdos de Elisa Fuentes de las fiestas de Santa Ana.
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Es miércoles 23 de julio, 8:00 horas, el chupinazo característico en honor al pueblo pescador retumba en las calles roqueteras. Las fiestas en honor a la Virgen del Carmen y Santa Ana han llegado para quedarse hasta el 26 de julio.
Ocurre en El Puerto, donde la memoria viva existe, se impregna en cada rincón que recorre esta barriada tan característica de Roquetas de Mar. La devoción y la ilusión llegan cada julio para demostrar la implicación y la historia que respalda esta festividad.
Santa Ana no es solo tradición, es raíz, identidad y emoción que retrata la presencia tan importante de los pescadores del municipio del Poniente almeriense, su valía y la confianza en la imagen para un año próspero lleno de abundancia en cuanto a producción pesquera se refiere.
Así lo sienten las vecinas de El Puerto, jabegotas de corazón, Elisa Fuentes y Ana Moya, fieles a estas festividades cargadas de sentimientos que evocan al pasado, la nostalgia de lo que pasó y ya no volverá, el recuerdo de aquellos que ya no están.

Elisa Fuentes y Ana Moya junto a algunos de los integrantes de la Mayordomía de Santa Ana y Ntra Sra del Carmen.
Recuerdos del ayer: tradición y devoción al mar
Elisa Fuentes nació en la calle José Ojeda en 1960 y “para aquel entonces aún no había iglesia en el Puerto, por lo que Santa Ana venía desde la Iglesia de Roquetas”. “Solo eran mujeres las que la transportaban”, recuerda. Fue en torno al año 1967 cuando esa imagen recorría desde Roquetas hasta Los Arcos, lugar que hoy muchos reconocen como el bar La Traiña. Allí se celebraban misas al aire libre, un símbolo del esfuerzo colectivo por sostener la fe, incluso antes de contar con un espacio propio donde acoger a todos los hijos del mar.

La palangana actual que se utiliza para el lavado de cara
La primera iglesia se construyó más adelante, en la zona de la Romanilla, y durante sus primeros años de funcionamiento, las portadoras seguían siendo exclusivamente mujeres. Esta exclusividad se fue diluyendo con el tiempo, integrando a los hombres en la cofradía, quienes comenzaron también a cargar la Virgen a partir del tercer año. Sin embargo, algunos elementos nunca cambiaron: la procesión siempre recorrió la calle José Ojeda, nunca la calle Santa Ana, y siempre pasó por la emblemática calle del Faro.
Con emoción revive la vecina cómo los devotos colocaban mesas con altares a lo largo de la calle, en especial en tres puntos clave desde el inicio hasta el Castillo de Santa Ana. Allí se hacían pequeñas plegarias mientras la imagen pasaba solemne. Para muchos niños y niñas de entonces, las fiestas tenían además el sabor de los estrenos: una prenda nueva heredada o comprada, símbolo de celebración y renovación.
Elisa cuenta a LA VOZ cómo cada año su casa se llenaba de gente de la barriada para arreglar sus vestidos, faldas, "mi madre era la modista del barrio, empezaba en mayo a coser para las fiestas, era una ocasión única, la emoción comenzaba dos meses antes".

Fachada de la casa de Elisa Fuentes durante las fiestas de Santa Ana.
Entre anécdotas que alcanzan la espectacularidad, la vecina recuerda el año 1980, cuando durante la tradicional procesión marítima un cohete cayó sobre el barco en el que viajaba. Aunque ella resultó ilesa, muchos sufrieron quemaduras, lo que motivó la prohibición del uso de pólvora durante el trayecto en el mar hacia Aguadulce. Este episodio, vivido con angustia por los familiares en tierra, es una muestra del fervor con que la comunidad vive cada aspecto de las fiestas.

Uno de los barcos durante la procesión marítima.
Uno de los momentos más emotivos y deseados por los fieles es el “lavado de cara” a la Virgen. El día previo a la procesión, se realiza la “ofrenda floral”, un evento abierto a cualquiera que desee poder tener la oportunidad de lavar la cara a la imagen de esta festividad consagrada por el mar, o recoger el agua que será posteriormente bendecida para el lavado y su devuelta al mar, desde hace varios años, realizada por la Polícia Local de Roquetas.
En 2006, la vecina recuerda que le tocó ese honor y también a una de sus hijas como suplente. Describe la experiencia como una “satisfacción enorme”, no solo por haberlo deseado desde niña, sino por la energía de compartir el agua bendita entre los asistentes, especialmente aquellos con problemas de salud, repartiendo esperanza a través del gesto.

Ana Moya, "la Cuca", cargando a la Virgen de Santa Ana.
En el presente, el fervor no ha disminuido. Al contrario, cada año, más jóvenes se suman a las procesiones. Hay portadoras que llevan más de 15 años cargando la imagen con dedicación y, aunque ha habido cambios en la indumentaria –de vaqueros informales a uniformes negros y fajines azul cielo con el escudo de la cofradía–, el corazón de la tradición permanece intacto. Ana Moya, más conocida en el barrio como “la Cuca”, aun sin pertenecer a la Mayordomía, cuenta con emoción: “Me siento muy bien, hace muchos años pregunté si podía cargarla, y desde entonces, así ha sido”.
No se puede evitar observar cómo estas dos vecinas hablan con orgullo de su barriada, y de la festividad que la caracteriza. Elisa por otro lado, recuerda con cariño cómo uno de sus sobrinos ha seguido la tradición de construir castillos de arena, una de las actividades de las fiestas, o cómo sueña aún con ver a los nietos seguir esas costumbres.

Los niños de la barriada haciendo castillos de arena, tradición desde los años 50.
Sin disimulo y una voz suave pero cargada de fuerza, quienes viven la devoción a Santa Ana año tras año dan cuenta de que no se trata de una simple celebración patronal. Es una herencia viva, una llama que se pasa de generación en generación, moldeando la identidad de Roquetas del Mar desde sus calles estrechas, su costa resplandeciente y el alma de su gente. Porque, como dice la vecina con certeza, “como la fiesta de Santa Ana… no hay otra igual”.