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Níjar

Níjar fuera del mapa: entre calas escondidas y volcanes dormidos

En el Cabo de Gata aún hay sendas sin nombre, playas sin cobertura y rutas que solo existen en la memoria de quienes las caminan una y otra vez 

Cueva del Tabaco

Cueva del TabacoMartín Ruiz

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No hay cobertura. Ni caminos claros. Solo el crujir del sendero bajo las botas, un eco antiguo entre los riscos y el viento que silba entre pitas como si quisiera decir algo. Tampoco hay carteles de ‘Bienvenido’. Ni pasarelas. Aún existe una parte del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar —áspera, volcánica, intacta— que no se entrega a cualquiera. Recompensa al que se atreve a perderse.

Mientras el Mediterráneo más visible y fotogénico se llena de sombrillas, tablas de paddle surf y kayaks, Níjar guarda rincones que se resisten al ruido. Cuevas sin señalizar, calas sin nombre, cráteres volcánicos. Paisajes que no han sido domesticados por el turismo. Son lugares para quien busca más que una foto: para quien quiere descubrir, escuchar. 

Impresionantes vistas de Cabo de Gata

Impresionantes vistas de Cabo de GataJuanjo Leal

Cifras que suben

A pesar de su carácter esquivo, cada vez más ojos buscan este Níjar que no es posible encontrar fácilmente. En 2024, según el Instituto Nacional de Estadística, más de 70.800 viajeros llegaron al municipio nijareño. Muchos vienen de lejos —Francia, Alemania, Reino Unido—, pero también de cerca —Madrid, Cataluña, País Vasco—.

Y aunque las cifras crecen, hay espacios que sobreviven a la moda del turismo rápido. “Por supuesto que hay rincones desconocidos en el Parque Natural. Hay decenas de calas escondidas que la mayoría ni sospecha”, cuenta Joaquín Muñoz, presidente del Club de Montaña Los Vencejos de Níjar, para LA VOZ. Son pequeños oasis en los que sientes el Parque de verdad. Rincones que pocas veces salen en las guías o en los perfiles de las redes sociales. 

Joaquín Muñoz y compañeros del Club de Montaña Los Vencejos de Níjar en la Cala de Los Toros

Joaquín Muñoz y compañeros del Club de Montaña Los Vencejos de Níjar en la Cala de Los TorosJoaquín Muñoz

Una ruta fuera del radar: la Cueva del Tabaco

Desde San José, cerca del Cerro de Enmedio y el Club Náutico, comienza uno de esos itinerarios que no figuran en los mapas ni en ningún cartel. Solo hay polvo, silencio y un rumor que se enreda entre las piedras: el de una cueva que se resiste a ser encontrada. La Cueva del Tabaco

El sendero no está marcado. Se pierde, reaparece, se intuye. Es más rastro que camino. “Hay que conocer bien el lugar, pero merece la pena. Tiene una historia peculiar”, advierte Muñoz. Excavada en roca blanca y agrietada por el tiempo, se abre como una herida antigua en la ladera. Veinte metros de ancho. Veinte de profundidad. Aquí, dicen, se escondía tabaco de contrabando décadas atrás. Hoy solo quedan muros manchados de historia, aire espeso y un silencio que pesa más que el calor.

Cueva del Tabaco

Cueva del TabacoMartín Ruiz

Un espejismo desde El Playazo: la Cala del Bergantín

Desde El Playazo, una senda se desliza hacia el sur, entre lomas áridas y sin sombra. Conduce hasta la zona de protección ecológica bajo la Torre de los Lobos, donde espera una playa que no se deja ver hasta el último momento: la Cala del Bergantín. “Pequeñita, ideal para hacer nudismo”, dice Muñoz. “Y el camino que lleva hasta ella también tiene su aquel”.

No hay cobertura. No hay chiringuitos. No hay más compañía que el mar y las piedras. Solo 1,5 kilómetros de caminata bajo el sol, entre cerros calcinados, hasta que de pronto —sin aviso— aparece la cala como un espejismo. Cantos rodados, rocas que parecen esculpidas por otro planeta, agua turquesa y el silencio más limpio que se pueda oír. Sin relojes, sin ruido, sin reglas. Un recodo donde el tiempo se quita las sandalias y se sienta contigo a mirar el horizonte.

Cala del Bergantín

Cala del BergantínPágina web del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar

Entre volcanes: la caldera de Majada Redonda

Tras dejar atrás el mar y las piedras de la Cala del Bergantín, también hay que mirar tierra adentro. El paisaje cambia. El azul se disuelve en polvo y la brisa salada da paso al calor seco. Desde Las Presillas Bajas —una pedanía cercana a Los Escullos— se puede llegar al corazón volcánico del Parque Natural: la caldera de Majada Redonda. “Es una ruta corta, fácil y muy interesante para entender cómo se formó todo esto”, explica Muñoz. “Aquí es donde ves de verdad la historia geológica del parque”.

La imagen impacta: una olla perfecta de roca negra, abierta por el oeste, con un promontorio de lava solidificada. Es el esqueleto de un volcán antiguo. La flora cambia: palmitos, chumberas del lobo, pitas. El color lo pone la tierra misma. Negro, gris, rojo, ocre

Caldera de Majada Redonda

Caldera de Majada RedondaJoaquín Muñoz

Otros rincones por descubrir del Cabo de Gata

El camino podría acabar en Majada Redonda, pero el Parque Natural siempre guarda algo más. Mario Sanz Cruz, farero de Mesa Roldán y autor de libros como ‘Calas de Almería’ o ‘Eso no estaba en mi libro de Historia de los Faros’, lo ve desde arriba. Desde la luz y la espera. Desde el faro que mira al mar mientras el mundo pasa por debajo. “Quedan algunas calas pequeñas, escondidas, a las que cuesta llegar y por eso siguen tranquilas. Es su forma de resistir”, cuenta para LA VOZ.

Entre sus favoritas está la Cala del Carnaje, cerca de La Polacra, una playa de cantos rodados gigantes moldeados por el mar como si alguien los hubiese pulido a mano. Un paisaje seco, redondeado, arcaico. También nombra las calas del Barronal, en las que coincide con Muñoz, que solo se alcanzan andando unos metros y que, precisamente por eso, siguen pareciendo un secreto bien guardado

Cala Chica del Barronal

Cala Chica del BarronalJoaquín Muñoz

Una forma distinta de mirar

Todavía es posible bajar a calas sin nombres escritos y ver un cráter antiguo como si fueras el primero. Todavía se puede caminar por donde lo hacen pocos. Pero, para eso, hace falta tiempo, silencio, y sobre todo, otra forma de mirar. Como asegura Sanz: “Hay dos tipos de personas. El que llega con el coche hasta las playas grandes y el que quiere más tranquilidad, el que no solo viene a ver, sino a sentir”

Se trata de escuchar. De intuir. De dejarse llevar por el rumor del viento entre los riscos o por un camino que parece cerrarse, hasta que se abre. “Siempre que venimos, aunque hagamos la misma ruta, la vemos distinta”, dice Muñoz. “Nunca terminas de conocer este parque. Te sorprende cada vez”. Tal vez ese sea el verdadero secreto del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. 

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