Raíces que abrazan: Carboneras celebra a sus abuelos en una jornada repleta de recuerdos y cariño
El pueblo del Levante almeriense rinde homenaje a sus abuelos con cuentos, recuerdos y emoción durante dos días que cruzaron generaciones y sembraron memoria

La Glorieta repleta la noche del 24 de julio, en los reconocimientos de los abuelos carboneros
Hubo un tiempo —y no tan lejano— en el que los abuelos no eran solo parte de la familia: eran el centro. Sabían curar con un caldo, consolar con un cuento y educar sin necesidad de escuela. Fueron brújula, refugio y raíz. En Carboneras, ese tiempo no se ha borrado. Durante dos días, este pueblo del Levante almeriense les devolvió un poco de lo que llevan décadas entregando: tiempo, ternura y memoria.
Por el Día de los Abuelos —celebrado cada 26 de julio— el Ayuntamiento y la Concejalía de Mayores les rindieron un homenaje sin adornos, pero lleno de verdad. Cuentos, objetos, abrazos, miradas. No hubo grandes focos, pero sí algo más importante: emoción. Reconocimiento. Y un mensaje claro: los abuelos no están en el pasado, están en todo lo que somos.
Una iniciativa con vocación de quedarse
Este homenaje no fue un gesto puntual. Fue una apuesta clara por parte del consistorio para recuperar los vínculos entre generaciones y devolverles a los abuelos el lugar que merecen. “En esta sociedad de pantallas, es más necesario que nunca volver a tocarnos, a hablarnos, a mirarnos a los ojos”, dijo el alcalde, Salvador Hernández. “Después de los padres, nadie quiere más a un niño que sus abuelos”.
La concejala de Mayores, Ángeles Carrillo, fue clara y emotiva: “Son educadores, amigos, segundos padres. Y muchas veces, los grandes olvidados. Esta cita nace con la idea de crecer, porque sin ellos no hay conciliación, ni futuro, ni pueblo que conserve su alma”.

La concejala de Mayores, Ángeles Carrillo; el alcalde, Salvador Hernández; y la cuentacuentos, Paula Mandarina en la Biblioteca Municipal
Historias que despiertan ternura
La Biblioteca Municipal fue el escenario del primer día. Niños en colchonetas, abuelos en sillas detrás y una voz dulce al frente: Paula Mandarina, cuentacuentos. “Hoy celebramos a los sabios”, dijo, antes de empezar. Y el viaje comenzó. Un ratón roba leche a una abuela en Túnez. Un abuelo llamado Esteban inventa máquinas con cajas, cuerdas y besos. Los niños se ríen, interrumpen, preguntan. Los abuelos sonríen, se emocionan. Y Carboneras vive algo que nunca había vivido: varias generaciones escuchando el mismo cuento.

La Biblioteca Municipal repleta de niños y abuelos antes del cuentacuentos
Después del cuento, llegó la historia en forma de objeto. Las abuelas mostraron cosas sencillas que hoy ya son memoria. Isabel García trajo un almirez que en Nochebuena servía de instrumento. También una balanza antigua, para pesar el pescado en la plaza. Cestas de esparto, palma y caña fueron enseñadas por Carmen Caparrós. Igualmente, mostraron periódicos que, en su momento, envolvían chuches.

Isabel García y su bordado especial para el Día de los Abuelos
Sofía Caparrós enseñó una plancha de hierro, un molinillo, un botijo, cromos. Catalina Hernández mostró un traje de pescador hecho a mano, que pasó del hijo al nieto. También enseñó una aguja larga con la que antes se cosían las redes. La sostuvo con cuidado. Como quien sujeta una herencia.
Carboneras
Del anzuelo a la red: pescadores almerienses en busca de "una vida que sea vida"
Sara Ruiz

El hijo y el nieto de Catalina Hernández, ambos con el traje de pescador
Lo que fueron, lo que sueñan ser
Uno de los momentos más simbólicos fue un mural compartido. A la izquierda, los niños escribieron lo que querían ser: veterinarios, astronautas, médicos. A la derecha, los abuelos anotaban lo que no pudieron ser: bailarinas, músicos, científicos, profesores.
No hubo lágrimas, solo un silencio sereno. Un respeto mutuo entre dos generaciones separadas por el tiempo, pero unidas por un amor que no caduca. Después llegaron los abrazos. Y con ellos, lo que no necesita explicación.

Elaborando el mural 'Lo que será. Lo que fue'
Entre reconocimientos y canciones
La jornada finalizó el jueves 24 de julio con reconocimientos —a 64 abuelos y 27 niños— y música. La representante de la Asociación Mariana Pineda, Ana María Acuña, abuela y voz de muchas, acompañada por el presidente de la Asociación de mayores Castillo de San Andrés, Manuel Urbano, se dirigió al público con dulzura: “Los abuelos estamos ahí no solo para los nietos, también para los padres. Estamos siempre. Y eso hay que celebrarlo”. Y así fue. Los carboneros que habían sido abuelos recientemente subieron al escenario a recoger su diploma y su taza. Luego vino el photocall, la música del Grupo Azahara y los pasodobles. Y entre baile y baile, se tejió lo importante: el agradecimiento. No como gesto formal, sino como verdad compartida.

El pequeño Luca con sus abuelos, subiendo a recoger el reconocimiento
A veces, lo importante no hace ruido. Solo ocupa espacio en el corazón. Una historia bien contada. Una aguja que cose memoria. Un niño que aprieta con fuerza la mano de su abuela. Carboneras ha sembrado algo más que una celebración. Ha sembrado respeto. Y si se riega, florecerá. Porque cuidar a los abuelos no es mirar al pasado. Es mirar hacia delante, con raíces.

Diploma y taza que el Ayuntamiento de Carboneras concedió a los abuelos