La Voz de Almeria

Carboneras

Del anzuelo a la red: pescadores almerienses en busca de "una vida que sea vida"

En el puerto de Carboneras, el palangre de superficie va disminuyendo y los armadores apuestan por el arrastre

El barco 'González Belmonte' descargando por la tarde en la lonja de Carboneras

El barco 'González Belmonte' descargando por la tarde en la lonja de CarbonerasLa Voz

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A las cinco de la tarde, cuando el sol comienza a inclinarse sobre el puerto de Carboneras, el traqueteo de las cajas de pescado fresco rompe el silencio. Los motores de los arrastreros se apagan tras una jornada que empieza temprano y que termina en la lonja, donde compradores y marineros se cruzan entre hielo y subasta. Barcos como el ‘Botja’ o el ‘Balerma’ han comenzado a tomar el relevo. Los palangreros continúan, pero son ahora los barcos de arrastre los que comienzan a sobresalir. La flota de Carboneras está cambiando: el arrastre gana fuerza, el palangre pierde músculo.

Durante décadas, este puerto del levante almeriense fue un bastión del palangre de superficie, una técnica exigente que se heredaba como una forma de vida. Hoy, esa vida ya no es la que se quiere. Los armadores venden sus barcos, los patrones cambian de arte y los jóvenes, si se embarcan, lo hacen en barcos con red. El cambio se explica con muchas palabras: horarios, familia, equilibrio. Pero también con otras: normativas europeas, recortes de días de pesca, cuotas que asfixian. El modelo se transforma. El mar, también. 

Venta del pescado de arrastre en la lonja de Carboneras

Venta del pescado de arrastre en la lonja de CarbonerasLa Voz

Del anzuelo a la red

Salva Belmonte Hernández lo cuenta sin rodeos: “La marrajera no es vida. Trabajas muchas horas seguidas, comes mal, te aseas mal”. Siempre ha sido marrajero hasta que, hace seis años, decidió cambiar de rumbo y pasar al arrastre. Quería, básicamente, llegar un sábado y pasar el domingo con su familia. Simple. Sencillo. Por eso, el arrastre le ofrece lo que la marrajera le quitaba: tiempo. Estabilidad. Como si fuese un trabajo en tierra: “Te adaptas bien al cambio, porque el arrastre es una vida que es vida”

Y no es el único. En torno al año 2014, según datos de la Junta de Andalucía, en Carboneras había 31 marrajeras y una embarcación de arrastre, a las que se deben sumar otras de artes menores (21) y traíñas (9). En 2020, el palangre ya había bajado una unidad y el arrastre, subido tres. 

Hoy, en 2025, según datos de la Cofradía de Pescadores de Carboneras y la Organización de Productores de Pescadores de Carboneras Sociedad Cooperativa Andaluza (Carbopesca), el municipio cuenta, aproximadamente, con 26 embarcaciones de palangre de superficie y 11 de arrastre. Como afirma Pedro Hernández, gerente de Carbopesca: “La flota está creciendo y el censo lo demuestra. Pero lo que también está pasando es que el arrastre está subiendo, mientras que el palangre tiende a bajar”. 

Venta de gamba roja en la lonja de Carboneras

Venta de gamba roja en la lonja de CarbonerasLa Voz

Lo que cambia cuando cambia el arte

Las diferencias entre un arte y otro no son solo técnicas: son vitales. En el palangre, las campañas son largas, faenando durante meses. Requiere más tripulación y aguante. En el arrastre, se trabaja por jornadas. “Vas y vienes. Pescas, vendes y estás en casa”, señala Lorenzo Gónzalez, armador de barco que, junto a su padre, Antonio González, uno de los primeros armadores en pasarse al arrastre en los 2000, bajan a la lonja por las tardes para la venta.

Salva Belmonte lo explica así: “En la marrajera te organizas para la vida en el mar. Con el arrastre, te la organizas para vivir”. Su hermano, Juan Belmonte Hernández, presidente de Carbopesca y también armador, lo resume en una palabra clave: futuro. “Mi hijo está embarcado en El Balerma y siento que con el arrastre, al menos, tiene estabilidad”, afirma con media sonrisa. 

Infografía comparativa sobre los tipos de arte

Infografía comparativa sobre los tipos de arteLa Voz

El peso de Bruselas 

Pero todo lo que ocurre en Carboneras no se entiende solo desde el muelle. A veces, se decide a 2.000 kilómetros, en Bruselas. En diciembre de 2024, la Unión Europea propuso reducir a solo 27 los días anuales de pesca para los arrastreros en el Mediterráneo y el Atlántico. La reacción fue inmediata. Clara. Contundente:

—Eso es la ruina —sentencia Salva Belmonte.

—Así es imposible sobrevivir —añade su hermano.

Y aunque los que adopten medidas sostenibles —usar puertas voladoras que no tocan el fondo o redes con mallas que dejen escapar a los juveniles— pueden optar a un máximo de 130 días, todos coinciden en que las medidas deben tomarse de otro modo. Algunos, como Juan Belmonte, inciden en un aspecto: “Es imprescindible encontrar un punto intermedio realista entre la sostenibilidad del medio marino, el empresario y la parte social”.

Lo que más duele, explican desde el sector, es la desigualdad. “Estamos comprometidos con la sostenibilidad, pero la carga no puede recaer solo en el pescador europeo”, asegura Pedro Hernández. “Marruecos o Argelia no tienen ni la mitad de restricciones y compartimos mar. ¿Qué sentido tiene eso?”. Vicente González, Patrón Mayor de la Cofradía, apunta que “se crean normativas sin tener en cuenta la realidad pesquera española”. Nicolás Pérez, secretario de la Cofradía, encarna una sensación compartida: “Estas decisiones son tomadas desde despachos y no mano a mano con los pescadores”

Puerta voladora de una embarcación de arrastre

Puerta voladora de una embarcación de arrastreLa Voz

El oficio que se resiste y las que resisten

Pero no todos han cambiado. Algunos aún mantienen el palangre de superficie, los anzuelos. Juan Fernández Díaz lleva 32 años saliendo al mar con este arte: “Antes nos tirábamos un mes y pico fuera”, recuerda. “Y aunque el palangre se está poniendo cada vez más difícil, seguimos”

Desde tierra, su mujer, María José Carrillo, ha vivido en paralelo las ausencias: “La vida en el mar es sacrificada. Él se perdió muchos momentos con los niños”. Ella se sigue ocupando de lo que no da tiempo a hacer en el mar: los bancos, las nóminas, los médicos, los trimestres. Ellas tienen un papel: “Las mujeres estamos siempre aquí, haciendo que todo funcione cuando ellos no están”.

Ese peso invisible que cargan las mujeres en tierra, conciliando los hijos y otras labores, también es parte de la decisión de muchos armadores de dejar atrás el palangre. Sonia Quifes, esposa de Juan Belmonte, vivió durante años las consecuencias del palangre. Por eso, lo tiene claro: “Prefiero el arrastre, sin duda. Es otra manera de vivir”. 

Venta del pescado de los barcos de arrastre en la lonja de Carboneras

Venta del pescado de los barcos de arrastre en la lonja de CarbonerasLa Voz

Un sector que quiere seguir vivo

Cuando cae la tarde y el atardecer comienza a divisarse, el pescado de arrastre ya ha terminado de venderse. Los compradores se lo llevan, los marineros limpian las cubiertas. Algunos jóvenes han embarcado por primera vez en el palangre de superficie, como el hijo de Juan Fernández. Otros, como Salva Belmonte, tienen años de experiencia a las espaldas y algo nuevo en las manos: tiempo. “Ahora llego un sábado y estoy en casa un domingo. Y eso también vale”.

Porque Carboneras está cambiando de arte, sí. De anzuelos a redes. De meses fuera, a volver a casa para cenar con tus hijos. Pero no cambia de alma. Ni de agua salada. Ni de ganas de seguir creciendo. Porque el mar les ha dado a los pescadores, desde niños, todo lo que tienen. Porque el mar, su mar, sigue siendo el mismo. La única diferencia entre el hoy y el ayer es que se navega distinto. 

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