La Voz de Almeria

Adra

El puentecillo de la carrera

Era un pequeño santuario de parada obligatoria para tomar un descanso

A la izquierda de la foto, un vecino apoyado en la baranda del puentecillo de la Carrera de Adra.

A la izquierda de la foto, un vecino apoyado en la baranda del puentecillo de la Carrera de Adra.A.A

Pepe Cazorla
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Si nos tuviéramos que quedar con algo de Adra en la memoria sería aquel puentecillo por el que pasaba por bajo el agua procedente de la Rambla de las Cruces, y que ofrecía vida a la vista del paseante y mostraba un ruido visual al que estaba apoyado o junto a él, observando aquél tránsito diario. Un lugar de refugio y con tintes de jubileo perpetuo. Un concierto cotidiano con la mejor banda sonora. Pura vida.

"-¿A donde quedamos? - ¡En el puentecillo!" Frase lapidaria marcada a martillo y cincel en la memoria de miles de abderitanos o visitantes. Nunca tan pequeño habitad ha dado tanta quedadas. Era un balcón a la carrera. Un mirador donde podías pararte a esperar la llegada de amigos mientras observabas los vaivenes diarios de un pueblo que se levantaba alegre para ver un reguero de amas de casa camino del Mercado, coches que circulaban en doble sentido y puestos de chuches entre otros pasajes dentro de la memoria colectiva que vivieron aquellos años de ‘puentecillo’. 

Una especie de Plaza Mayor de apenas tres metros que hacía dominar hasta las alturas desde este elemento destacado si querías capturar el paisaje con la mirada.

Ubicado entre la Rambla de las Cruces y el cruce con la arteria aorta de la Carrera de Natalio Rivas, se encontraba ubicado aquel trozo de baranda realizado en cemento y que te hacía bañar con la mirada. Recuerdo aquellos finales de los setenta del siglo pasado cuando apenas era un niño recordando mientras escribo aquellos días de nostalgia, trozos de recuerdos y cachos de vida como las piezas de un puzzle. 

Antiguamente, el lugar servía para como reflejó en su día el profesor Francisco Crespo en una de sus pinturas y óleos Adra-Costumbres: Dando la "muza" insertada también en el libro ‘Adra,paisajes y costumbres’. 

El óleo, refleja a los pescadores sentados en el suelo en el puentecillo de la Carrera, repartiendo las ganancias de la pesca y conocida también en el argot marinero de Adra como la ‘muza’. También con el transcurso del tiempo se vio en el sitio amoríos y peleas, lágrimas y risas. 

Aquel puentecillo servía hasta para coger aire nuevo a los que habían decidido subir la Ramblilla para ‘hablarle’ al padre de su futura novia y tener su consentimiento. Esto último también ha quedado daleado en el tiempo como cualquier cuadro en casa y al que cuesta poner derecho por mucho que te encuentres por el pasillo con el todos los días. 

La gente de la mar tenían casi desventaja con los labradores. Había quienes no se tomaban bien aquellos acercamientos y las emprendían a pedradas con los futuros novios pescadores. Los de la mar contestaban a la inversa con: ‘Pescao tenemos, faca tengo’. 

En Adra, si la cosa no cuajaba las mozas casaderas decían ‘No lo quiero de la mar aunque me traiga pescado. Lo quiero de la vega aunque venga ‘entarquinao’. El poder del puentecillo hacía el resto con el ‘si’ de los futuros suegros. Del arao o del remo. A dos bandas. De la sal o del azúcar.

Mucho tiempo atrás, existía una Fuente en la Ramblilla. El labrador, que regresaba con su bestia cargada de monte, daba de beber a ésta, antes de llegar al corral. Esta fuente se situaba en el puentecillo de la Carrera, en la rambla de las Cruces o también Rambla Jardín. 

En los principios estuvo sola hasta que se construyó a sus espaldas un transformador de la luz. Sobre ella recaía la leyenda de que quién bebía agua de ella se casaba en Adra, más de uno acabó de cabeza en ella. Servía también para dar agua a los asistentes a la feria de ganado que se celebraba todos los meses.

Entre lo viejo y lo nuevo fueron desapareciendo emblemáticos sitios como este espacio de testimonio ‘arquitectónico’ para muchos abderitanos. Desde aquel punto podías observar la continuación de la Rambla con sus puentes de madera junto a Muebles Oliver, Bar Virgen del Mar, Bar Coines, los billares y futbolines junto a la Bodega ‘Serapio’ hasta el final de la puerta del vetusto Lavadero Municipal. 

Cerca del puentecillo podíamos ver la tienda de Rivera, el antiguo Cine ‘Capitol’, la Papelería de Agustín Espinosa, los inolvidables carrillos de chuches, el Bar ‘La Parada’ con sus taxis, la Ferretería ‘La Purísima’, el Quiosco ‘El Conde’ o la farmacia de Juan Guillen entre otros muchos. Una historia la del puentecillo de la carrera que aún se puede palpar gracias a instantáneas como acompaña el artículo. El contorno fue revitalizado con el transcurso de los años.

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