La procesión almeriense que buscó salvar a todo un pueblo de una grave epidemia
Los vecinos pedían que soplase el viento de poniente y arrastrase los mosquitos trasmisores al mar

Archivo de la ermita de San Sebastián de la colección Ganez.
Por todos es conocido eso de que “la fe mueve montañas”, y eso fue precisamente lo que intentaron los vecinos de Adra hace más de un siglo, cuando la epidemia de paludismo asolaba la villa. En una época de crisis sanitaria, los abderitanos buscaron consuelo y alivio en su fe, dando lugar a una procesión celebrada en el Cerro de Montecristo. Durante este tiempo, los abderitanos elevaron sus plegarias hacia el cielo para que el viento soplase desde poniente, llevándose consigo a los mosquitos transmisores de la malaria.
El Cerro de Montecristo, por su ubicación en altura, se erige entre el núcleo urbano y la vega, lo que lo hacía un lugar estratégico para la procesión. Desde allí, los vecinos creían que sus oraciones podían elevarse con mayor fuerza, pidiendo que el viento de poniente, que arrastraba a los mosquitos hacia el mar, soplara con más intensidad y protegiera a la villa de la epidemia. Además de su elevación, la cercanía de la ermita de San Sebastián, uno de los testimonios históricos más singulares de Adra, convertía este cerro en un punto sagrado, lleno de significado para los abderitanos.
La epidemia de paludismo: una amenaza mortal
Y es que, durante el siglo XIX, Adra fue azotada por epidemias de paludismo, una enfermedad transmitida por los mosquitos Anopheles que proliferaban en las aguas estancadas. El río Adra, con sus constantes desbordamientos, creaba charcas donde estos insectos podían multiplicarse, contribuyendo a la propagación de la enfermedad.
La situación empeoraba dependiendo de los vientos predominantes. Cuando soplaba el viento de poniente, los mosquitos eran arrastrados hacia el mar, ofreciendo algo de alivio a los vecinos. Sin embargo, el viento de levante traía consigo grandes cantidades de mosquitos, intensificando la propagación de la enfermedad y aumentando las tasas de mortalidad entre los habitantes de Adra. Ante la falta de remedios eficaces para combatir la enfermedad y la desesperación, los abderitanos recurrieron a su fe, buscando la intervención divina para que el viento de poniente soplara con más fuerza y disipara la amenaza de la epidemia.
La procesión en el Cerro de Montecristo
A pesar de la tragedia, los vecinos de Adra no se dieron por vencidos. Decidieron organizar una procesión en un intento por mitigar el sufrimiento de la villa. Esta manifestación de fe no solo respondía a la devoción religiosa, sino que también era una forma de pedir la ayuda divina para que el viento de poniente soplara con más intensidad, alejando a los mosquitos y protegiendo a los habitantes de la enfermedad.
Leopoldo Segado Aquino, historiador y arqueólogo abderitano, recopiló esta parte de la historia en su manuscrito inédito del siglo XX. Según Segado, esta procesión se realizaba durante las romerías organizadas por la Cofradía de la Purísima Concepción.
Se celebraba el último domingo de abril y, aunque inicialmente era un acto religioso, con el tiempo se convirtió en una fiesta popular. A lo largo del recorrido, los participantes no solo rezaban, sino que también disfrutaban de un ambiente festivo, con puestos de comida y celebraciones que aliviaban, aunque solo fuera por un rato, el sufrimiento provocado por la epidemia.
El desvío del río Adra: solución a las inundaciones y a las epidemias
Mientras tanto, la villa de Adra también luchaba por poner fin a los problemas derivados de las inundaciones y la proliferación de mosquitos. A mediados del siglo XIX, se emprendió un proyecto para desviar el curso del río Adra, con el objetivo de evitar las inundaciones periódicas en las proximidades de la población, que no solo afectaban a la agricultura, sino que también contribuían a la propagación de enfermedades como el paludismo.
Gracias a las mejoras económicas y tecnológicas de la época, el desvío del río se llevó a cabo, lo que permitió reducir considerablemente la incidencia de las inundaciones. Con ello, la proliferación de los mosquitos disminuyó y la epidemia de paludismo comenzó a remitir.
Aunque la procesión en el Cerro de Montecristo quedó en el olvido una vez que la situación sanitaria mejoró, la tradición de la fe y la esperanza perduró en el corazón de los abderitanos. La lucha contra las epidemias y las calamidades naturales demostró la fortaleza de los vecinos de Adra, que, en medio de la adversidad, encontraron en la fe y en sus tradiciones una forma de resistir y superar las tragedias.
El Cerro de Montecristo, en su doble faceta de testigo histórico y espacio sagrado, sigue siendo un símbolo de la lucha y esperanza de los abderitanos, un recordatorio de aquella procesión celebrada hace más de un siglo, que reunió a todo el pueblo en busca de alivio para el sufrimiento colectivo.