Se ha ido el decano de los taxistas de Garrucha
José Flores el Cacheno fue jornalero del volante, pero también pinche, portero de fútbol de la Peña Deportiva, emigrante y teniente de Alcalde

José Flores Jódar (Mojácar, 1931, Garrucha, 2025), taxista durante media vida.
Se ha ido en Garrucha José Flores Jódar el Cacheno, el taxista decano del pueblo, tras toda una vida como jornalero del volante; se ha ido este auriga, de origen mojaquero, con 93 años vividos en su casa de la calle Mayor. Allí residía con su mujer y sus hijos, con su hermano Gabriel y con uno de los perros más enormes de Garrucha llamado Sultán; de allí salía José para llevar a sus clientes al mercado de Vera, de papeleos a Huércal-Overa, al especialista médico de la Bola Azul o de compras al Blanco y Negro de Almería. Casi toda su vida Almería va, Almería viene, con paradas en la Venta del Pobre o, antes aún, en El Compadre, a la vera de la antigua N-340. Pero antes de eso, ese taxista veterano tuvo otra vida, otros destinos. Cuando aún era un muchacho de 15 años, el hijo del Mosca (así llamaban a su padre en Mojácar, al que una bala que le entró por la ingle acabó con su vida en el frente de Badajoz meses antes de acabar la Guerra Civil) entró a trabajar como pinche en la pequeña cantera de yeso, del industrial pulpileño Juan Peregrín Zurano, que había a la salida de Garrucha, cerca del Aljibe Quebrado. No era pinche porque allí hubiera una cocina, sino porque era el encargado, junto a José Cortés, de traer el agua con unas aguaderas amarradas a la cintura desde la fuente de Mojácar por las barranqueras hasta el tajo donde laboraban los trabajadores sacando la piedra de yeso.
Allí trabajaba también como contable el veratense José Antonio Ruiz Marqués, Antonio Flores Carrillo, Gabriel Flores y el Jódar. El mineral era extraído con barrenos en unos terrenos de la Panizo en Polvo y de Damián el Cartagenero que era también el encargado. Al lado estaba también la cantera de Simao, el portugués, y de Diego el Colorao que trillaba la piedra con una burra para empaquetar allí mismo el yeso en polvo, mucho antes de que se explotaran las canteras actuales de Sorbas. El yeso de aquellas primitivas canteras, entre Garrucha y Mojácar, que dieron tanto trabajo a una peseta el jornal diario, dejó de explotarse en 1950, tras solo unos pocos años de labor. Ya no era rentable y desaparecieron los montones de mineral en lo que fue luego el varadero (hoy Rincón del Puerto) y los faluchos que venían a cargarlo en piedra, no en polvo como ahora. José, huérfano por la Guerra, tuvo también un golpe jugando al fútbol de portero en la Peña Deportiva Garrucha en el viejo campo del Martinete y en una Garucha en donde lo único que había era la pesca de mamparra o el camino de la emigración. Con su primo Gregorio cogió un tren y se fue a trabajar al Pirineo aragonés y después a Francia. Hasta que le llegó otro golpe, este de fortuna, cuando les tocó la lotería a medias con su primo hermano. Ya no hubo más trenes ni maletas y decidieron invertir en un lavadero de coches, en la terraza bar Vista Alegre y en un taxi y compraron también a medias la casa de Frasquito León que había sido alcalde. Desde entonces, la vida de José el Cacheno fue el taxi y los viajes que daba con sus clientes. Hasta que llegó la democracia y se embarcó en el proyecto político de la UCD en 1979 con el director del colegio, Adolfo Pérez López. Con él de alcalde, fue concejal y teniente de alcalde en dos corporaciones, cuando todo estaba por hacer y había que empezar a hacerlo: alcantarillado, alumbrado público, red de agua corriente, mercado de abastos, asfaltado, urbanización del Malecón, cuando aún no había liberaciones ni sueldos políticos en el antiguo alfolí. Se ha ido José el Cacheno, con sus gafas ahumadas, con su trote pausado, mojaquero, garruchero, pinche, emigrante, concejal y chófer casi perpetuo. DEP.