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La disputa entre dos pueblos de Almería por un Santuario y que decidió un burro

Ambos municipios reclamaban su propiedad sin llegar a un acuerdo

Santuario de Nuestra Señora de la Consolación.La Voz

Tito Sánchez Núñez
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Tito Sánchez Núñez

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El Santuario de Nuestra Señora de la Consolación de Tices es un monumento de gran valor histórico y religioso enclavado en la Alpujarra Almeriense. 

Su origen se remonta a finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando fue erigido entre los años 1800 y 1803 sobre el solar de una antigua ermita dedicada a San Marcos

Este santuario, que a lo largo de los siglos ha sido un referente de devoción y peregrinación, destaca por su arquitectura neoclásica, caracterizada por una estructura equilibrada y simétrica, con dos torres que enmarcan su fachada y un camarín de mármol rosa, extraído de las canteras del cercano Cerro de Montenegro.

El entorno que rodea al santuario también posee un gran atractivo. Su amplia explanada, con jardines y una fuente coronada por la imagen del Corazón de Jesús, proporciona un espacio de recogimiento y tranquilidad. Cada año, cientos de peregrinos acuden en romería a este lugar, manteniendo viva una tradición que se ha transmitido de generación en generación.

En reconocimiento a su valor patrimonial, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía ha declarado recientemente el Santuario de Tices como Bien de Interés Cultural (BIC), inscribiéndolo en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz con la tipología de Monumento. Esta declaración garantiza su protección y pone en valor su importancia dentro del patrimonio cultural de la región.

Sin embargo, la historia de este santuario no solo está ligada a la fe, sino también a una peculiar leyenda. Situada en un punto estratégico, a medio camino entre los municipios de Ohanes y Canjáyar, ambos reclamaron su propiedad. Al no llegar a un acuerdo, se decidió recurrir a un insólito método de decisión.

Para ello, llevaron un burro hasta la puerta del santuario y lo dejaron en libertad, sin guía ni ataduras. Se acordó que el camino que tomase el animal sería señal de la voluntad divina y determinaría la pertenencia de la ermita. El burro decidió ir hacia Ohanes y, desde ese momento, el destino del santuario quedó sellado: la ermita pertenecería a los ohanenses.

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