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“La gente huía en pijama, en calzoncillos, envueltos en sábanas”

“La gente huía en pijama, en calzoncillos, envueltos en sábanas”

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El mismo relato que una y otra vez ha narrado a su numerosa familia golpea estos días la memoria de Isabel Vivas. Sentada en su butaca, con una media sonrisa que denota cierta amargura y la misma intensidad que hace 75 años, revive la angustia que sufrió aquel 31 de mayo, cuando apenas contaba con 12 años. “Estábamos durmiendo en los refugios, cuando sonaron las sirenas. Tocaban dos veces, primero como aviso y luego ya con el peligro encima”, comienza Isabel. Junto a ella estaban su padre, Andrés Vivas Pomares, su madre, Antonia Rodríguez de la Rosa, y su hermana pequeña Rosa: “Vivíamos cerca de La Alcazaba, en La Mirilla, y dormíamos todos los días en el túnel que sigue existiendo ahora, donde teníamos un colchón que llevábamos y recogíamos por la mañana”.


El comienzo del bombardeo encontró así a decenas de almerienses dormidos, como ellos. “Salieron en pijama, en calzoncillos, envueltos en una sábana, cada uno como pudo, como le pilló”, recuerda la almeriense, que ahora tiene 87 años, con un cierto tono divertido.


El trayecto de huída hacia el norte, campo a través, lo hizo así con los mismos vecinos con los que todas las noches se turnaban guardias que avisaran del peligro a todos los que dormían en La Mirilla en aquellos años de guerra. “A veces le tocaba a mi madre, y la recuerdo horas sentada”, dice.


Sin embargo, las imágenes que quedaron grabadas en la memoria de Isabel llegarían a la vuelta, finalizado el bombardeo, cuando a sus doce años, la niña que perdió su infancia comprobó el destrozo que habían provocado los alemanes. Una imagen imborrable, que aún le hace estremecerse, es la de un hombre en el suelo de su casa, en la Cuesta del Rastro: “A su lado, estaba su cabeza, estampada en la pared, deshecha”, describe con dolor Isabel.


También vio cómo un soldado herido era trasladado desde La Alcazaba. “Iba en un somier que hacía de camilla, nunca se me olvidará”. Y tras el relato las dudas. Dice que todavía no entiende por qué Almería sufrió el ataque. “Llevaban dos días merodeando y se les veía allí, a mucha distancia; no sé cómo llegaron aquí, sin tener nada que ver con nosotros ni nosotros con ellos”.


Dudas que perduran como los recuerdos y que quiere compartir cuantas veces haga falta, siempre con la esperanza de que no vuelva a ocurrir.


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