A ver quién es más ejemplar
Atribuir razones de genética tribal a la prevaricación o el cohecho es una muestra de ese exceso de escenificación
Habrá que empezar a pensar que si el discurso político sobre la corrupción va a ser el “check-point” del eventual desbloqueo de la formación de Gobierno, podemos acabar metidos en un bucle infinito del que no nos sacarían ni unas terceras, ni tampoco unas cuartas elecciones. El “y tú más” que tanto nos atormenta es ya lo más parecido al famoso punto disputado entre las tenistas Nelson y Hepner en el Virginia Slims de Indianapolis en 1984, que duró 29 minutos y en el que ambas jugadoras llegaron a intercambiar ¡643 bolas! Sin pretender rebajar la trascendencia de esta clase de delitos, admitamos que tal vez se nos haya ido de las manos la necesaria expresión del lógico rechazo que nos producen. Pretender atribuir razones de genética tribal a la prevaricación o al cohecho, como hemos visto por ejemplo hacer al PSOE cuando habla del PP como “el partido de la corrupción”, es una muestra de ese exceso de escenificación que ahora empieza a pasarnos factura. Y así, en lugar de hablar de individuos corruptos sobre los que debe recaer el peso de la ley (y ya de paso la obligación de devolver lo sustraído) son muchos los que prefieren seguir hablando de partidos corruptos, para intentar inhabilitarlos políticamente para el futuro. Del mismo modo, los nuevos partidos pretenden reclamar para sí la titularidad de la decencia absoluta, sustentándose en una falta de delitos que viene explicada en la falta de oportunidades para cometerlos. Pero estas ideas, además de tener la misma base intelectual que los chistes construidos sobre tópicos regionales, repetidas muchas veces acaban formando un tapón sociológico que impide el desbloqueo de la actual situación política. Y como lo cierto es que cualquier salida de futuro pasa por partidos salpicados de numerosos, groseros y repulsivos asuntos de mangoleta de recursos públicos, bien haríamos en ir administrando a todos esos casos una salida basada en la aplicación estricta de la ley y no en una absurda carrera por ver quién es más ejemplar.