La Voz de Almeria

Opinión

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Una de las ventajas de este nuevo mundo en el que vivimos, me refiero al virtual, es que suplanta con desfachatez al verdadero, al que hemos llamado siempre realidad, y lo suplanta sin complejos. Así las cosas, uno que acaba de llegar de vacaciones de un lugar muy físico con sus montañas y sus árboles, para más señas, de una Galicia rural, puede, sin haber estado en la exposición Americana, vaqueros e inmigrantes, inaugurada en Galería Meca, el pasado 5 de agosto, en Almería, imaginar que tuvo que ser uno de esos acontecimientos inolvidables. Y es que viendo por la ventana que es internet las imágenes de Francisco Uceda algo golpea directamente mis sentidos. 
La fotografía actual está representada en la obra de este almeriense afincado en Nueva York, por su capacidad evocadora, y ese reguero de influencias que traspasa nuestra retina y activa varios dispositivos a la vez: el de la novela negra y lo social, el del décollages de la pintura y la lírica, el del cine o el cómic, por citar sólo algunos ejemplos. Ante estos hallazgos visuales, uno quiere saber también por qué extraña razón estas imágenes tienen esa capacidad de emocionarnos. 
Mediante un depurado figurativismo donde los arquetipos –el vaquero, el cazador, el pistolero, el colono o el emigrante - vuelven a hilvanar la narración, con todo su peso de historia y cultura, el paisaje recoge ahora en sus brazos a esa humanidad, a veces a la deriva, otras desengañada, o castigada, y nos la entrega con un voluntarismo estético que no olvida su sentido crítico. Y esta representación crea una nueva realidad solo posible a través de este medio, la fotografía, que posee una modernidad única en comparación con otras artes, ancladas en viejos aforismos y rimas manoseadas. 
Si en su anterior exposición, iCandy, el reclamo del disfraz acercaba pero al mismo tiempo establecía distancias con el espectador, que reconocía el señuelo del artificio, en estas últimas fotografías de Uceda la técnica no necesita pasar desapercibida, sino al contrario sirve para poder enlazar esos dos mundos, el real y el virtual, a cara descubierta, y sin ningún rubor. Estas imágenes parecen surgir de un futuro imaginario, que con los años puede llegar a ser el hábitat natural, el único donde llegue a germinar la vida. Un mundo nuevo donde se funden viejas y nuevas maneras de ver, y donde la ficción y la realidad conviven como no hubiera sido posible antes. 
En esta Americana quedan reminiscencias cinematográficas porque, aún tratándose de instantáneas, estas obras exhalan en nuestra retina un halo de movimiento, ese latido que distingue a los cuerpos con vida de los que no la tienen, y ya no la tendrán nunca.


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