La Feria la hace la gente. Pero en Almería, más que hacer, la gente prefiere ir o ser llevada a la Feria, generalmente para volver de ella criticando el modo y la manera en la que otros –generalmente el Ayuntamiento- han hecho o han dejado de hacer las cosas. Que si esto falta, que si lo otro sobra, etcétera. Así son las cosas y tampoco parece que vayan a cambiar en el futuro inmediato. Pero conviene recordar que las Ferias modernas son un invento de las burguesías locales para reafirmar su identidad, ocupar espacios públicos y hacerse visibles luciendo músculo social. Pero como tantas veces hemos dicho, Almería carece de una burguesía histórica orgullosa de sus raíces, del mismo modo que carece de un tejido empresarial y social cohesionado, homogéneo y capaz de aspirar a la excelencia sin pasar por el peaje de la subvención o la dependencia política. Es decir, que la culpa de muchas cosas de las que nos pasan no sólo la tienen los políticos. Eso sí; en la comparación doliente y quejumbrosa, Almería es una potencia hemisférica. Acuérdense de esto cuando, dentro de unas semanas, escuche a muchos almerienses lamentándose de lo estupendas que son las ferias de otras ciudades y lo birriosa que es la nuestra. Pues bien, cuando escuche esos comentarios, recuerde también que el Ayuntamiento ha rebajado este año un 50% las tasas por la ocupación del Recinto Ferial para incrementar así la presencia de casetas en la Feria de Noche. Asociaciones y colectivos de la pretendida “sociedad civil almeriense” -los mismos que en tantas ocasiones se duelen por la falta de efervescencia social en nuestra capital- han respondido al llamamiento de un modo muy significativo: ha habido aún menos peticiones de casetas que el pasado año, cuando valían el doble. ¿Dónde está el músculo social, cultural, empresarial o vecinal de Almería? ¿Haciendo ejercicio para quejarse luego en agosto de lo desangelada y pobretona que le ha quedado la Feria este año al Ayuntamiento?