“Estamos comprobando el lamentable estado de deterioro en el que se encuentra el inmueble, con lo que esto supone para la imagen de la ciudad. Esto demuestra poco interés por Almería, por su patrimonio histórico, sus edificios y sus monumentos.” Quien hablaba así de contundente el domingo, 9 de noviembre de 2014, no era otro que el senador socialista Juan Carlos Pérez Navas, manifestando así el malestar de los socialistas por el estado de la Estación de Ferrocarril. Y lo cierto es que desde entonces, el interés de los socialistas almerienses por la historia y el arte ha crecido admirablemente, aunque con unas limitaciones expansivas que yo interpreto como fruto de la modestia. Es decir, que se centran en dolerse, preocuparse, manifestarse y abrazarse a la vieja estación (hoy, por cierto, inmersa en la primera fase de un programa de rehabilitación por parte de ADIF valorado en 250.000 €) y sólo y exclusivamente en nuestra vieja y hermosa estación, por no abrumar a la “sociedad civil almeriense”, a los sindicatos, al colectivo de pancartistas habituales o a las cátedras de Historia y Arte de las principales universidades con su hambre y sed de justicia patrimonial por otros inmuebles. La dispersión es sinónimo de ineficacia. Por eso los socialistas almerienses están ahora más callados que cien gramos de mortadela ante el monumental escándalo del evidente maltrato y descontrol en el que la Junta de Andalucía mantiene a la Alcazaba, con derrumbes y barra libre de agujereo. Será que el Conjunto Monumental, creado como tal por decreto de la Junta de Andalucía hace ahora 25 años, no forma parte de nuestro patrimonio histórico. Mientras que el PP sí ha sido parte activa de la reclamación colectiva por las infraestructuras ferroviarias, los socialistas siguen demostrando que levantar la voz contra sus señoritos de Sevilla, les sitúa en el umbral del despeñe diarreico.