La Voz de Almeria

Opinión

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Algún día los sociólogos podrán establecer con precisión el alcance del daño provocado por el llamado “pensamiento ilusorio” -en inglés “Wishful Thinking”- entre amplios sectores de la población, que acaban descubriendo de modo traumático que para conseguir las cosas no basta con imaginarlas. Evidentemente, si pudiéramos elegir, todos nos decantaríamos por disfrutar de una vida placentera, en la que se hicieran realidad nuestros deseos y en donde bastara con imaginar las cosas en lugar de comprobarlas. 
Sin duda, el factor que más está contribuyendo a la insensata expansión de este discurso-placebo son los políticos que, siendo conscientes de que la realidad va por un camino diferente –en muchos casos contrario- al de sus planteamientos, insisten en el mensaje-consigna y en la impostura edulcorada para conseguir dos cosas: la primera es el respaldo de la gente, que prefiere oír cosas agradables aunque resulten infantiloides. La segunda es el “efecto antipatía” y de rechazo a los que, desde otra opción, recuerden que la realidad no tiene nada que ver con las fantasías animadas de ayer y hoy. Por ejemplo, cualquier persona razonable que desempeñase en Almería la responsabilidad de Delegado de Salud de la Junta de Andalucía, tendría con el caos de Torrecárdenas y el escamoteo del Materno Infantil dos frentes capaces de ocuparle las 24 horas. Pero estamos hablando del PSOE y de Andalucía, es decir, de la ausencia decretada de problemas. Y así, el nuevo delegado de Salud, José María Martín, acaba de decir que él no quiere hospitales llenos de camas. “Quiero que haya salud”, ha dicho, igual que Roberto Carlos decía que él quería tener un millón de amigos. Ya puestos, yo querría gente seria y capaz de articular un pensamiento racional al frente de las delegaciones de la Junta. Pero yo también estoy contagiado del pensamiento ilusorio.


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