Se llama así porque antecede a los días en que los partidos deben ajustarse estrictamente a la legislación electoral, pero en realidad precampaña es toda la legislatura, los unos para conservar el poder (si es que lo tienen), y los otros para conquistarlo, (si es que lo perdieron). La precampaña anuncia cómo será la lucha que viene: algunos medios comienzan a hacer entrevistas de las que llaman en profundidad a los responsables jefes sin escatimar portadas de grandes letras de almacén y lujos fotográficos. La importancia que le dan algunos medios no se corresponde con el mensaje vulgar y anodino del político en alza. Digan lo quieran sobre imparcialidad y otros guiños tartufescos, lo cierto es que cada periódico y cada radiotelevisión tiene tácitamente su propio candidato. Es ésta una de las desgracias de información española en tiempos de elecciones. En fútbol, cuando juega el Madrid con el El Elche, pongamos por caso, no solo juegan las figuras sino también las tesorerías de cada equipo, y al partir de aquí, ya pueden imaginar lo que pasa incluso con las veleidades de los árbitros. Algo semejante ocurre también con los casos de corrupción que parece que fueran más desorbitantes en tiempo de elecciones. El abogado de Griñán dice a este respecto que el PP debería nombrar candidata a la juez Alaya. Hay un hecho que describe bien a nuestra clase política: Y es que pese a los numerosos casos de corrupción y de la repugnancia con que el pueblo a estas mafias, los políticos se matan por representarnos. ¿Qué creen que está pasando ahora en todos los partidos a la hora de confeccionar las listas sino la firme creencia de que no existe otro “dolce farniente” donde se viva mejor y con menos trabajo que la política? Valiente paradoja: en tiempos de desafección ciudadana, más propuestas vocacionales para gobernarnos. ¿Y qué decir de los alcaldes que ya están ricos de tanto vivir para nuestro servicio? Aquí el problema no tiene ni siquiera el atractivo de presentarse por primera vez. Quieren agotar la copa del poder hasta el último sorbo convencidos de que aún suponiendo que la justicia les metiera mano, aún podrían defenderse mucho mejor desde el sillón municipal. Todos los partidos hablan hoy de cambio. El pueblo no se lo cree. Parece imposible que con estos mimbres vayamos lejos.