Tergiversar la historia
Cierto es que asistimos a un mundo donde los nacionalismos campan a sus anchas, lanzando teorías que ni siquiera se prestan a confusión porque son totalmente absurdas.
En estos últimos días, en diversos medios y revistas me han sorprendido anécdotas que creo que son dignas, como mínimo, de aclaración. Sobre todo para que no se siga tergiversando la historia con declaraciones que siguen la estela de políticos secesionistas. Este es el caso del señor Antonio Ferrer y Marti de Villanova y La Geltru que dice que los archivos de León, Navarra, Aragón y Salamanca contienen millones de documentos catalanes. Es más, en su afán nacionalista afirma que se les ha negado la historia a Cataluña, confundiéndola con un condado, cuando realmente era un reino que funcionaba como un nación-estado de Europa con sus leyes propias, recogidas desde 1080 en ‘Los Ussagels’ de Barcelona. Sus conde=(rey), podía exigir a sus subditos dinero y deberes. Sigue diciendo el señor Marti que Castilla hasta el siglo XIV se ha gobernado por fueros y fazañas, siendo esta grande a costa de catalanes y vascos, y termina diciendo que las leyes catalanas fueron abolidas por Felipe V en su afán imperialista. Nunca más lejos de la realidad, la tergiversación y subjetividad del señor Antoni hace daño hasta a Cataluña, que estoy seguro que ningún momento sería portadora de irrealidades que no se adaptasen a su ámbito geográfico, social y político. Efectivamente, nunca ha existido ningún rey ni conde de Cataluña. Cuando se nombra Pedro II, rey de Aragón, aparece tambien como Pedro I conde de Barcelona. Cataluña no era una una región de Aragón, sino que se unió hacia 1150 por el matrimonio de Ramón Berenguel IV, conde de Barcelona y Peroné-la (Petronila), hija de Ramiro el Monje, rey de Aragón, firmándose una federación en la que se respetaron sus leyes, costumbres y lengua; y en la que reinó como rey de Aragón y conde de Barcolona.
En esta época, Cataluña estaba formada por los condados: Barcelona, Girona, Ausona, Besalu y Cerdaña; más los territorios ultraperinaicos del Rosellón y La Provenza, a los que se añadirían los conquistados en la llamada Cataluña Nova, y que llegarían hasta el País Valencia, para más tarde sumarle los de Urgell, Pallars, Empuries y Prades. Todos formaban parte de esa entidad que era Cataluña, unidos por lazos fundamentalmente de lenguaje, teniendo en cuenta que los topónimos de "catalanes y cataluña" aparecen documentados ya en 1115-1120 en el Libre Maiplicbimum. Así pues debemos entender que Cataluña fue como una entidad propia que funcionó bajo el título de Condes de Barcelona.