Para algunas personas la verdad puede ser algo tan irrelevante que no dudan en sustituirla por una invención que, convenientemente articulada, no requiera comprobación. En este concepto abundó el filósofo norteamericano William James,  para quien lo verdadero o lo falso lejos de ser un fin en sí mismo, es un medio para satisfacer otras necesidades vitales, o políticas si me permiten el apunte. Lo bueno que tiene la verdad es que en la mayoría de las ocasiones somos capaces de reconocerla aunque alguien intente sustraérnosla.

Monago En esas anda el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, elevando a axioma cada una de las respuestas que ha ido ofreciendo a preguntas de los periodistas o de la oposición. Mientras ofrece excusas de todo tipo olvida, sin embargo, que quien se obstina en disfrazar la verdad corre el riesgo de ser devorado por ella.

Monago se ha empeñado en ir contra él mismo desde que su  particular caso salió a la luz. De sus diferentes versiones de los hechos, a cada cual menos precisa, hemos sacado una única conclusión: que cada vez que intenta explicarse enreda aún más un asunto que ha ido girando hasta tornarse en vodevil.

Aguantar Andábamos convencidos de que el presidente extremeño no aguantaría más de una semana en el cargo, tras conocerse los detalles de la supuesta utilización del dinero de todos los contribuyentes para volar de manera desenfrenada a Tenerife. Nada más lejos de la realidad; el dirigente del PP asume que no tiene que asumir nada puesto que ha demostrado – en realidad, no lo ha hecho- que todo está en orden.

Lo único que nos ha quedado claro de todo este increíble serial  es que Monago no tiene parabólica, como si tenerla o no fuese concluyente en la vida de alguien. Después de semejante revelación, solo le ha faltado reconocer que los Reyes Magos nunca le trajeron una bicicleta para que en ese último golpe de efecto final termináramos creyéndole.