El regreso, nota aclarativa
Entre el escritor y el lector existe como una complicidad secreta que no se debe quebrar
Leemos en el Quijote que el sastre del cantillo cosía de balde y encima ponía el hilo. Algo semejante me ha pasado a mí con los diez libros que llevo publicados. Lo cual no quiere decir que haya dicho adiós a la literatura. La mayoría de los periodistas comienzan escribiendo poemas y cuentos, luego pasan al periodismo como único remedio de salvar un sueldo medio decente, pero la frustración literaria persiste toda la vida. En este plan yo quise adelantarme, de ahí que, a principio de julio, liándome la manta a la cabeza y sin encomendarme al patrón de los aventureros temerarios, escribiera una carta abierta al director de este periódico comunicándole que me iba. Parece que no gustó poco ni mucho mi determinación a Pedro de la Cruz. A otro día me llamó por teléfono animándome a seguir con la columna. Como yo argumentara que estaba cansado, el jefe me tomó la palabra y dijo: “ Bueno, pues si estás cansado, tiene dos meses por delante para relajarte todo lo que quieras. En septiembre te espero aquí”. No deja de ser curioso que en estos tiempos de paro y de despidos en masa, yo tenga dificultades de salir de mi empresa sin traumas, pero la experiencia me ha hecho recapacitar. Yo soy de los que nunca han preferido la injusticia al desorden. Entre el escritor y el lector existe como una complicidad secreta que no se debe quebrar. Si hay algo que me duele en el alma y contra lo que no tengo argumentos para refutar, es oír todos los días a la gente anónima recordándome que no está el país para abandonar la crítica. Tiene toda la razón del mundo, porque no es éste un problema estético, aunque me asista el derecho a la jubilación después de medio siglo de escritura. Hay días en que el país se parece a una gran pocilga con todos los cerdos chupando en la pila. El partido gobernante está intentando acomodar la ley electoral para mantenerse en la poltrona. Les gusta más el poder que a las gallinas la materia orgánica. Sé que no soy imprescindible, pero si puedo aumentar el número de los descontentos y gritar en la calle contra las injusticias, aquí tienen una voz vieja , decepcionada y cansada.