A la hoguera
“La noche de San Juan, reconvertida en macrobotellón, cuenta por miles a sus seguidores”
Mañana seremos más guapos y estupendos. Igual no saldremos de pobres pero amaneceremos con un look muy mejorado tras lavarnos los ojos en las aguas del Mediterráneo, un mar tranquilo y generoso que ha visto como en los últimos años estos ‘legañosos’ del sur hemos campeado temporales de mil demonios en una tierra seca y de limitados recursos. Sin embargo, la escasez en sí nos ha hecho agudizar el ingenio y ha sido nuestra mejor arma para sobrevivir.
A una sola gota de agua le hemos sacado lustre y al sol la candela que nos da la energía necesaria para producir hortalizas debajo de un plástico. No se puede hacer más con menos. En eso nos hemos convertido en unos absolutos expertos.
El solsticio de verano, que celebramos hoy con un par de días de retraso, sella el final de una temporada marcada, entre otras muchas cosas, por unos desastrosos resultados en las cifras del paro y escasa en lluvias. Todo lo que nos podía ir mal ha ido a peor, así que hoy legítimamente aspiramos a que gran parte de nuestros quebrantos queden devorados por las llamas de San Juan.
Esta noche mágica y llena de simbolismo, recupera una ancestral tradición pagana vinculada al fuego y al sol. El culto de ambos elementos ha sido una constante a lo largo de la historia. Sin embargo, la interpretación de sus virtudes no siempre fue razonada y de sus ‘purificadoras’ cualidades terapéuticas fueron pasto ‘hechiceros y brujas’, que cayeron víctimas de dantescos episodios.
Sortilegio El sortilegio del fuego ha llegado hasta nuestros días con idéntico poder de seducción aunque afortunadamente sus propósitos sí que han evolucionado de manera distinta.
La noche de San Juan, reconvertida en una especie de macro botellón, cuenta sus seguidores por miles y la cita playera ha dejado atrás parte de su antiguo halo misterioso. Es lo que tiene la malvada brujería de este tiempo de incertidumbre y desconcierto que nos ha tocado vivir.