La decisión de Susana
Con la decisión tomada, Susana Díaz, ha demostrado que es más inteligente de lo que sus propios compañeros suponían cuando fue elegida por Griñán y con más recorrido del qu
Con la decisión tomada, Susana Díaz ha demostrado que es más inteligente de lo que sus propios compañeros le suponían cuando fue elegida por Griñán y con más, con mucho más recorrido político del que los dirigentes del PP le pronosticaban.
De las tres posibles salidas del laberinto- presidenta de la Junta; presidenta y secretaria general; secretaria general y cártel socialista frente a Rajoy en 2015-, Susana Díaz ha elegido la que tiene más presente y, sobre todo, más futuro.
Con su opción de quedarse sólo en Andalucía refuerza su imagen de cumplir con la palabra dada. Durante semanas nadie le sacó de la proclamación de que su prioridad era Andalucía. La frase dejaba cabos sueltos- ningún político cierra nunca y para siempre ninguna puerta-, pero con su reiteración estaba esculpiendo el perfil del compromiso con los andaluces, circunstancia tan poco habitual aunque tan valorada por acercarse a la extravagancia en tiempos en los que ni se dice lo que se piensa, ni se hace lo que se dice que se va a hacer. Ella ha cerrado su compromiso: su prioridad sigue siendo Andalucía.
Claro que, en su decisión, también ha debido pesar el riesgo que corría, para su prestigio, su proyecto y su futuro, el haber optado, como le reclamaban la mayoría de los barones, el salto a Madrid.
El PSOE actual atraviesa un estado de derrumbe al que contribuyen las turbulencias externas de una izquierda que se mueve entre el descreimiento y el populismo externo y las termitas internas de una generación de socialistas de profesión que no sabrían cómo mantener su estatus actual si les abandonara el sueldo oficial. Cambiar esta tendencia con tan fuertes resistencias es una tarea de gran calado para la que es imprescindible la dedicación a tiempo total. Combatir estos dos frentes desde Ferrraz y mantener la coherencia y la gobernabilidad en una comunidad tan compleja como Andalucía, sonaba a delirio.
La tercera opción se presentaba aún más endiablada. Mantener la presidencia, ejercer como secretaria general y, dentro de unos meses, competir en unas primarias abiertas para encabezar el cártel frente a Rajoy suponía abandonarse a una tormenta perfecta en la que el naufragio estaba cantado.
Susana- aconsejada por Griñán, pero sobre todo por su sentido de la oportunidad - ha optado por la prudencia. Los dioses, los cantos de sirena o los halagos nunca han decidido el futuro, el porvenir siempre lo han marcado los disparos precisos y, en política, para llegar a una meta, tan arriesgado es apresurarse como llegar con retraso.
La presidenta andaluza sabía que este no era su momento porque el proceso de elección le obligaba a desandar el camino andado desde su toma de posesión, dejando a la intemperie, más temprano que tarde, el gobierno compartido con Izquierda Unida en la comunidad. Y a la par dejaba al PP un flanco desde el que bombardearla.
Una presidenta compartiendo su dedicación entre San Telmo y Ferraz le habría suministrado a los populares, a nivel nacional y regional, una munición de destrucción masiva. Lo que ha llamado la atención es que los más inesperadamente sorprendidos por la decisión hayan sido los dirigentes del PP andaluz. El síndrome de estar siempre con la mirada y la aspiración puesta en Madrid les hace pensar que todo el mundo va a actuar según tu hoja de ruta y ahí radica su equivocación- y su sorpresa- con la elección de Susana.
En lo que sí lleva razón el PP andaluz es que, con su decisión, Susana no ha renunciado para siempre a liderar el PSOE nacional. En política nunca se dan dos circunstancias idénticas, per