Cosa nueva que no se sabe qué es
Ahora que todo el mundo da por finiquitado al bipartidismo en España y que se impregna de popó cívico a populares y socialistas, parece una locura o cuando menos una inoportunidad hablar bien del modelo que nos ha permitido salir razonablemente de una dictadura y alcanzar unos estándares de estabilidad y calidad de vida propios de una sociedad avanzada. Fascinados por la novedad del cambio, son muchos los que apuestan por “otra cosa”, sin que nadie sepa definir muy bien de qué cosa se está hablando. De momento, han bastado cuarenta y ocho horas para que muchos de los que se quedaron en su casa se muestren arrepentidos por no votar y otros que votaron lo que votaron por la razón que sea, se llevan las manos a la cabeza y se encuentran con una coleta llena de utopías y ocurrencias. ¿De verdad queremos para el futuro un escenario poliédrico de muchos partidos coaligados en un gobierno “coupage”? Seamos serios. Si es con un mismo color y no se ponen de acuerdo, vaya usted a buscar coherencia y unidad de gestión en un puzzle de siglas cada una de su padre y de su madre. Y es que lo que falla del bipartidismo no es el modelo (numerosos países funcionan muy bien así) sino en la deriva del modelo hacia aprovechamientos delictivos por ambas partes. Elimínese ese lastre y volveremos a tener un equilibrio que sería imposible de otra manera. Ahora bien, mientras que en el PP no se advierten tentaciones de acercarse a su extremo derecha para buscar apoyos, la salida de Rubalcaba abre un inquietante horizonte en sentido contrario. De la responsabilidad del PSOE para evitar la tentación del populismo depende en buena medida el futuro. Y lo que parece que viene no invita al optimismo.