Supongo que ya lo saben: la Junta de Andalucía va a regalar 27.000 dispositivos informáticos (carísimas “tabletas”, como se las llama popularmente) a los peores alumnos de toda España, que son para nuestra vergüenza los andaluces. Y nuestros estudiantes no sólo son los que menos saben, sino también los que más hambre pasan. Y esto no lo digo yo, que no quiero atacar a Andalucía. Lo del conocimiento lo dicen, uno tras otro, todos los estudios e informes internacionales. Y lo del hambre lo dice el propio Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía. Ya saben que hace un año la propia Junta anunció que tenía que salir a dar tres comidas al día a los chavales en los colegios porque muchas criaturas no podían comer su casa. Aquí hay algo que no encaja: una administración que tiene que salir a actuar como una ONG no puede actuar después como el futbolista millonario que invita a helados a todo el pueblo. No es coherente subvertir el orden lógico de las prioridades por un mero afán de buscar el agrado de las familias y los titulares elogiosos en los medios que tanto y tan bien subvencionan. Y es que eso de las “tabletas para todos”, igual que antes fueron “ordenadores para todos”, no es más que una muestra más de ese populismo bananero que prefiere invertir en lo ornamental antes que en lo estructural y que se permite el lujo de hacer carísimos regalos a los alumnos mientras despide a sus profesores y  monitores. Y es que si los consejeros y consejeras que han aprobado esta medida tuvieran cabeza (no hablo de vergüenza porque esto es un caso perdido) deberían ver que es un insulto a la inteligencia regalar costosa tecnología cuando, por ejemplo, hay miles de niños andaluces que se educan a diario en barracones. Pero a la Junta todo eso le da igual, como le da igual haber invertido treinta años en forjar a miles de indocumentados e indocumentadas de última generación que podrán jugar ahora en sus tabletas. O merendárselas.