Loa y urgencia ciudadana
Loa y urgencia ciudadana
No creo haber publicado ningún artículo, y van unos cuantos desde los sesenta en que empecé a frecuentar los periódicos, que no tenga como objeto alentar a la ciudadanía de las trampas de sus gobernantes. Este pueblo sabe mucho de reyes felones, políticos corruptos y mandarines repugnantes.
En último análisis fue siempre el pueblo sanote y con sentido de la realidad quien nos salvó tanto de invasiones extranjeras como de cambalaches internos. A la vista de lo que sucede diariamente en nuestra sociedad que dicen democrática, pero que está gobernada por el gran dinero y a quien obedecen como borregos la mayoría de las instituciones y sus gobernantes, solo la fuerza en la calle del ciudadano puede erigirse como nuestra única esperanza.
Por supuesto, todo esto arranca de la Revolución Francesa cuando hubo que recordar a la Iglesia y a la Nobleza el uso y abuso de sus infinitos privilegios. Hoy, por fortuna, nos movemos en otro ámbito para lo que hizo falta dos guerras mundiales y no sé cuántos millones de cadáveres. Pero, en fin, algo hemos aprendido. Da miedo mirar nuestro país. Ayer los científicos salieron a la calle con una franja negra en la manga que decía. “La ciencia de luto”. “Sin investigación no salimos de la crisis”. En otro sitio le estaban cantando las cuarenta a la ministra de Sanidad, Ana Mato, por haber dicho que los copagos y repagos buscaban la igualdad.
De otro lado, la CEOE se había quedado tan satisfecha pidiendo el despido libre para el primer contrato fijo, y en el mundo industrial se hablaba mucho de la quiebra de las otrora empresas modélicas Fagor y Pescanova... No quiero ponerme demagógico pero media España está en la calle protestando por la política del Gobierno: La única solución que yo veo en este momento es que la ciudadanía adquiera protagonismo en la contestación ordenada y pacífica a las decisiones del Ejecutivo.
Un partido sospechoso de ganar las elecciones con dinero negro carece de la suficiente credibilidad moral para pedir sacrificios a los económicamente débiles de este país, y, por favor, que no hagan de la mentira su dolce far niente.