Pedro Soler Valero toma como punto de partida para escribir su novela “LA SABANA MANCHADA” un hecho acaecido entre las playas de Garrucha y Mojacar. La historia y el desarrollo de la trama podrían enmarcarse dentro de la novela negra, aunque algunos de sus personajes son propios de la España más negra y ancestral. No obstante, ninguno desentona dentro de la intriga que ha tejido el autor para desentrañar las causas de un suicidio que conmocionó a la comarca.

Los padres de Eva, una joven estudiante que ha aparecido ahogada en la playa, son el vivo retrato de la España más primitiva; él, Aquilino, curandero y quiromante, retirado ya de sus ancestrales prácticas, está envuelto en una oscura leyenda y en un proceso judicial que le obliga a mantenerse alejado de cualquier contacto social.

Entresijos Su esposa, hija de marineros, que creció en la calle sin asistir a  la escuela, es sujeto pasivo, aunque importante en los entresijos de la novela. Aniceto Cortina, inspector de policía avezado en la lucha antiterrorista en el País Vasco y espera su jubilación en la localidad murciana de Lorca, se convierte en el centro de la trama. Rescatado por un antiguo mando suyo, jefe de la policía judicial de Vera. Aniceto se ve obligado a llevar la investigación. Lo hace a su manera, a pesar de las advertencias del capitán de la unidad, que le ofrece de ayudante a Melquiades, un policía curioso y primario, que se encarga de casos menores en la comarca. Alrededor de ellos se mueven una serie de personajes que van desde profesores de universidad y panaderos, hasta una prostituta como “la Delirios” que, sin pretenderlo, se convierte en pieza fundamental para desentrañar las causas por las que Eva se suicidó.

“La sabana manchada”, a pesar de ser una novela corta, está llena de matices y de personajes estudiados con enjundia. La arquitectura de la intriga es el soporte de un universo en el que todos los personajes desvelan, más allá de la historia en que están comprometidos, su propio mundo, sus angustias y sus terrores.  Es una novela bien estructurada, que mantiene el “suspense” en el hilo de la narración y la intriga hasta el final. Ningún personaje, en momento alguno, está fuera de su papel, ni de la misión que el autor le ha encomendado. Todos forman un conjunto, que aunque dispar en su idiosincrasia y fines, ninguno desfigura el relato o lo desarmoniza. Cada uno muestra y deja entrever aquellas cosas que un escritor no debe enseñar, pero sí sugerir, para que el lector se mueva con más libertad dentro de un argumento complejo, pero bien construido y resuelto por Pedro Soler.

El estilo directo y sencillo de la prosa, hace que la lectura de la novela se convierta en un paseo agradable. La lectura sigue la espera anhelante del desenlace donde quedará desvelado el misterio que han perseguido con distinto fin, todos los personajes que intervienen. Unos por el interés en aclarar los hechos y, otros, por entorpecer las investigaciones para que no se aclaren.

La novela corta y una trama complicada como la de esta novela, obligan a administrar los recursos con cautela y precisión, para que nada sea excesivo y nada se quede por decir o explicar. Como es lógico, la sencillez y la precisión solo están al alcance de quien conoce esto de ser “escribidor”.