Una de las ventajas de las llamadas “ideas-fuerza” es que nadie se detiene luego a ver qué hay detrás de la redondez del lema o del titular bien cuadrado. Sin embargo, cada vez tengo más claro que en la mayoría de casos la verdadera potencia del invento se mide en su capacidad de anular las ideas.

Me explico. Decía hace un par de días una responsable política almeriense, en este caso del Partido Socialista, que el objetivo de la política infraestructural de la Junta de Andalucía era “priorizar a las personas”, lo cual hay que reconocer que es bello y emocionante, pero que no pasa de ser un recurso de salida más o menos estandarizado para escurrir el bulto.

Y es que en este caso concreto más que de un bulto, podríamos hablar de un grano tamaño taburete en las posaderas del Gobierno andaluz, porque ya me dirán si no hace falta tener un humor muy templado para salir con la petenera de la prioridad humana a la hora de responder por el retraso/abandono/olvido del proyecto del prometido/ anunciado/ presentado hospital Materno-Infantil que la Junta de Andalucía dijo que estaría en servicio en el año 2011.

De entrada, qué feo agravio ecológico esto de renunciar a priorizar sobre la florifauna almeriense, como cuando se paralizaban las obras de las autovías por buscar un acomodo digno al sapo leproso. Pero ya digo que todo esto no resulta sino una milonga, porque, ¿acaso no tendría sentido acelerar la puesta en marcha de un hospital maternal donde esas personas puedan nacer con garantía?

Por lo tanto, el mito de las prioridades humanitarias en el caso del difuminado hospital materno-infantil (que fue presentado en maqueta, pero sin proyecto, como un “hotel para madres”) no es más que la demostración de la fuerza de la palabra para matar la idea.