La Voz de Almeria

Opinión

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Por su apego a la vanidad les conoceréis. Mientras que la prensa mundial destaca la inusual sencillez con la que el nuevo Papa está asumiendo el desempeño de su inabarcable y pontifical tarea, despreciando los oropeles propios del cargo y evitando cualquier tipo de ostentación, los andaluces acabamos de ver, no sin estupefacción, que la señora consejera de Presidencia de la Junta de Andalucía, doña Susana Díez, no ha dudado en incluir su propia fotografía en la Galería de Ilustres del Museo de Andalucía. Del fotomatón a la gloria. Puede que los defensores del gesto puedan explicar que protocolariamente corresponde incluir en el museo la imagen de la responsable política del cual depende, pero creo que por encima de reglamentos y ordenanzas están el sentido del pudor y del ridículo. Sólo desde el desahogo y la pérdida de perspectiva puede alguien pretender figurar al mismo nivel que Federico García Lorca o Camarón de la Isla, sin haber acreditado más mérito que llevar un título de Derecho en una mano y el carnet del partido socialista en la otra. Quien de modo tan chusco rebaja el nivel de un museo histórico autoincluyéndose como referencia, no sólo ilustra su incapacidad para formar parte del organigrama de cualquier museo, sino que además aporta sólidos indicios de su idoneidad como candidata a abandonar la esfera pública. No obstante, si el museo quiere reflejar fielmente la realidad andaluza, el retrato está bien ubicado. Que perfiles como el de esta señora puedan ser expuestos para recibir la admiración de todos los andaluces explica perfectamente el punto de desparrame al que hemos llegado en esta bendita tierra.


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