Cuenta la mitología griega que, quien fuera cofundador de Éfira, actual Corinto, el rey Sísifo engañó a la muerte y escapó astutamente del Hades, costándole la ira de los dioses y el castigo perpetuo al infierno, donde fue obligado a empujar una roca hasta la cima de una montaña que continuamente, una vez arriba, rodaba hacia abajo, donde debía volver a empezar con el castigo eterno de trabajar sin descanso.

No alcanzo a entender qué terrible conducta hemos obrado las y los trabajadores españoles contra la derecha para obtener su castigo perpetuo. Y es que, tanto PP como Vox, se niegan a votar a favor de la bajada de horas en la jornada laboral que propone el Gobierno de Sánchez, esto es, en contra de conciliar mejor vida familiar y laboral, a lo que se niega también la patronal, tras negarse antes a la subida del SMI.

Deberíamos aprovechar una de las bondades de la revolución tecnológica, que las máquinas asuman desempeños tediosos para liberar al ser humano en su beneficio.

En la actualidad, se ha acuñado como sisifemia a un trastorno obsesivo en torno al trabajo, derivado de la ambición, la autoexigencia y perfeccionismo, que suele acarrear graves consecuencias de salud física y mental. Y es que nos han metido en vena la responsabilidad extrema en el trabajo, por encima de la familia e incluso de uno mismo.

La etimología de trabajar, del latín tripaliāre, significa torturar, pues deriva de tripalium, un instrumento de tortura consistente en una especie de cepo de tres palos. No debemos olvidarnos, cuando nos toque votar, qué tres palos hacen hoy de cepo para que sigamos torturados como Sísifo de por vida, Garamendi, Abascal y Feijóo, menos mal que éste no es presidente porque no quiere, si no, estaríamos los trabajadores subiendo roca hasta la cima sin descanso.