Ultimátum
El dolor que ha vivido Karla Sofía Gascón por todos los ataques que ha recibido en su persona ha sido enorme

Karla Sofía Gascón, en un fotograma de la película Emilia Pérez.
Basta con contemplar una obra de arte para que mi espíritu cambie por completo y pase de la más profunda depresión a la más inmensa alegría. Si ya es injusto ser mujer en un mundo discriminatorio y vejatorio, ser madre es el colmo de los colmos; es el culmen universal de la ingratitud.
Pude ver “Emilia Pérez” en un viaje reciente a un país nórdico. Ya la primera noche pasamos delante de la cartelera de un cine que estaba al lado del hotel y me fijé en ella, sin embargo, no llegué a entrar por falta de valor al no saber inglés y, sobre todo, por mi dependencia de la persona que me acompañaba, que sí sabía inglés, pero cuando se informó ya era demasiado tarde.
Esta experiencia forma parte de un cúmulo de frustraciones que se van arrastrando a lo largo de la vida. Deseos insatisfechos que se acumulan y van amargando progresivamente, sin embargo, a mi alrededor nadie lo percibe, por eso abogo por una vida libre e independiente.
El dolor que ha vivido Karla Sofía Gascón por todos los ataques que ha recibido en su persona ha sido enorme, llegó a pensar en lo impensable, y escribió: “como dijo Albert Camus, solo hay un problema filosófico verdaderamente serio, y es el suicidio, porque nos enfrenta al sentido mismo de la existencia”.
Para consolarme he visto en mi portátil “Girasoles silvestres” y, aparte de disfrutar de las canciones de Triana y de la sublime interpretación de Anna Castillo, alcancé a comprender que si el hombre no es consciente de su responsabilidad como padre y compañero en una relación de pareja, toda la lucha de la mujer es en balde.
Al día siguiente vi “Recuerda” de Hichcock, una joya del cine clásico, y me levantó la moral. La belleza de Ingrid Bergman y de Gregory Peck, junto a la trama, el suspense y la música, me elevaron a los cielos.