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Opinión

Escenificaciones contraproducentes

Escenificaciones contraproducentes

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La consejera de Hacienda y Administraciones Públicas de la Junta de Andalucía abandonaba la pasada semana la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera a la que habían sido convocadas todas las Autonomías para establecer un límite máximo al endeudamiento autonómico que asegure el cumplimiento de la ley de estabilidad presupuestaria.


El efecto pretendido por la consejera andaluza en el que es sin duda uno de los momentos en que los políticos que nos representan deben mostrar una dosis extraordinaria de capacidad viró de la estrategia mal diseñada al marketing más irresponsable y resultó de una baja responsabilidad política.


Hay quienes piensan que la salida de la crisis ha de representar un regreso al pasado, y devienen así atrincheramientos en la defensa de prebendas, privilegios y esquemas económicos y sociales que, sin embargo, se han evidenciado injustos y limitadores de un Estado de Bienestar generador de progreso para los ciudadanos y capaz de evolucionar positivamente, cuestiones estas, de otra parte, conceptualmente pretendidas.


Pero salir de la actual situación requiere un nuevo escenario, al que posiblemente no se llegará con el consenso de todos y sí por las exigencias de un contexto que establecerá renovados requisitos y determinará la permanencia de elementos antiguos y consolidados, pero también la implementación de cambios necesarios. Y quienes únicamente se posicionan en la defensa a ultranza del statu quo no vislumbran el futuro ni permiten el consenso para formularlos. Quienes se anquilosan en la derrota la perpetuarían sin solución.


Recuerda este panorama al mensaje que transmitía un sencillo ensayo, ¿Quién se ha llevado mi queso?, en el que Spencer Johnson desgranaba la necesidad de adaptación a un mundo en constante cambio, y que tuvo en el management de focalización empresarial cierto predicamento. En el libro se advertía sobre quienes se quedaban en la protesta y el pataleo y convertían la ofuscación en una espiral inversa autodestructiva. En contraposición estaba el ratón, que situaba su hacer en el modo de resolver las circunstancias apremiantes y angostas que le marcaba la vida.


Curiosamente es este un relato que nace y tiene su mayor nivel de lectura en la época de crecimiento. Aún así tenía total sentido en aquel momento. Hoy, bastante más. Entonces tenía sentido porque no todo el mundo se movía en las zonas de esplendor, riqueza, desmesura, desproporción y otros parabienes que tuvo la época precedente, sino que hubo quienes -de esto saben mucho los verdaderos emprendedores- siempre se movieron en la escasez de los recursos, en la dificultad de la ejecución de sus ideas y la de muchos límites que no facilitaron su progreso, pero nunca se amedrentaron.


Así, hay quienes aún creen que una clase política absolutamente partidista y asentada en la comodidad de la riqueza y de los recursos dados no tiene la capacidad moral para liderar la necesaria revolución, novación e innovación, que en muchas facetas de nuestro perfil socioeconómico se tienen que diseñar y ejecutar.


Una prueba de la baja capacitación moral de ese tejido político lo siguen dando el continuo regateo, la escenificación de la lucha vacía de fundamento frente al contrario, la tonificación de victorias pírricas y el continuo medrar político del que las páginas de los periódicos virtuales y físicos, las ondas radiofónicas y las imágenes televisivas dan cuenta cada día. Parecieran querer hacernos ver que si no carecemos de capacidad han de tratarnos como si así fuera. Puede que la reno

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