La nueva y frívola política
Lo importante es hacerse una foto que impacte en los sentimientos del ciudadano

Leyendo la definición que la Real Academia de la Lengua hace de la frivolidad (cualidad del frívolo, es decir, aquel que es “insustancial y veleidoso”, o dicho de otro modo, carente de sustancia o interés, inconstante, mudable… ) me doy cuenta que es una de las cualidades que más peso ha ganado tanto en la sociedad como en la política española.
Vivimos en un mundo donde la información llega con la mayor rapidez. Tenemos a nuestro alcance los recursos para conocer las noticas que están sucediendo en cada instante a golpe de clic. Medios que deberían ayudar para conocer mejor a nuestros representantes públicos, para saber de sus decisiones y sobre todo de sus proyectos y planes para mejorar la vida de todos los ciudadanos. Sin embargo, la falta de vocación de servicio, la nula preparación, la frecuente utilización de lo público para intereses personales o familiares, no sólo en el marco de lo que conocemos como corrupción, sino en la idea de creerse merecedores de todos los halagos y privilegios, nos lleva a ver cómo algunos políticos se han instalado en la ligereza e insustancialidad o, dicho de otro modo, en la pura frivolidad.
Lo importante ahora no es tomar decisiones sino hacerse una fotografía que impacte en los sentimientos del ciudadano para poder manipularlos con mayor facilidad; mejorar los servicios públicos ha quedado, para muchos, en un relegado plano frente a la publicación que subir en redes sociales para dar imagen de cercanía; qué más da rodearse de los mejores equipos en los puestos de gobierno si ya se tiene a los mejores llevando las redes sociales. Es una obsesión por la apariencia que les lleva a no pensar nunca en los demás, más allá de utilizarlos para seguir colmando sus ansias de poder.
Se ha pasado en algunos partidos de valorar al gobernante serio, con arrojo y valiente decisión a aquel que más sonríe o mejor posa. Hemos pasado de la política cabal, con sus luces y sombras como cualquier actividad humana, a la del postureo que nada soluciona y se parapeta en fortalezas que no existen y sonrisas que en el fondo son lamentos de una incapacidad que juega con el futuro de una sociedad entera.
Esta forma en la que algunos políticos llevan como modo de vida está instalada en la supervivencia o en una ambición desordenada sin mirar a los ojos a tantos que necesitan de una eficaz gestión o de un trabajo impecable para mejorar sus condiciones de vida. Es una carrera al corto plazo, porque no hay nada oculto que no haya de ser conocido.
El pueblo reconoce al gobernante que toma decisiones con rectitud sin mirar atrás, de voluntad firme, que no se pone de perfil y que con altura de miras y corazón noble asume su responsabilidad consagrado en cuerpo y alma al servicio a los demás. Y prueba de ello son las numerosas encuestas que dan al Partido Popular como ganador en las próximas elecciones generales. Esa política impostada que en Sánchez ha encontrado su mayor exponente termina siempre abocada al fracaso.
Los que a través de un postuero cínico y banal se creen invencibles no han visto aún los pilares en los que ellos se sustentan, ya no digo de barro sino de la más arenosa e inconsistente materia compuesta de mucha soberbia y pocas luces. Lo que en el corto plazo pueden parecer los mayores éxitos no son sino el prólogo a la derrota sin paliatvos y al examen que los juzgará como una rémora de la historia. Los frívolos obtendrán el rechazo y la derrota. Y nada hay peor que haber pasado por la historia y no merecer formar parte de ella y que tus hijos no puedan sentirse orgullosos de haber tenido un padre coherente, valiente y lleno de las virtudes que transforman y mejoran la vida de los demás.
En definitiva, la frivolidad pone en juego el pan de los demás y el futuro de proyectos con décadas de historia con un único fin: la supervivencia y el ascenso personal. Ni en política, ni en ningún otro lugar, debería de existir.