Estoy vivo y coleando
Estoy vivo y coleando
Respecto al título hay mujeres taimadas, de belleza y elegancia pura, que suelen comprender lo que realmente es comprensible y para lo que tampoco es preciso tener poderes mágicos.
El desastre que padece España y prácticamente todo el mundo lo han provocado los mismos que ahora tiemblan de miedo y rencor. Muchos ocupan posiciones privilegiadas -lástima que no las utilicen para hacer el bien- y reciben tratamientos excelentísimos. Mi esposa e hijos hace tiempo que solo usamos el don como tratamiento y cristianamente nos refugiamos en los del Espíritu Santo
Dejo el tema y voy a hacer alguna semblanza de un amiguito, llamado John Brandon, de condición española, cabello crespo y ojos de dulce mirar.
Ramón Lorenzo es un hermoso paradigma de Amor y Paz; es alto y sus ojos otean el horizonte, y casi, casi vislumbra un nuevo mundo; su abuelo, hombre de prestigio, da asilo -momentáneo, claro está- al cansado caminante. Otro amigo, llamado José Antonio Sánchez, es un ejemplo vivo de buena educación; hombre esbelto y con su carrera terminada sufre el zarpazo del statu quo. Daniela Saavedra, ojos bonitos y sonrisa de ángel.
En esta tarde de lluvia intermitente, y al conjuro feliz de mi querida esposa, escucho una voz de tonos melodiosos que me recuerdan a Bach. Seguro que todos mis amigos, repletos de sabiduría, saben a quien me refiero.
Esperaba a un viejo amigo al que apodé “el galeno” que, en realidad, se trata de Fernández Cuervo; si me traslado a un tiempo muy lejano le llamaría médico de los pobres. Junto a él su Lola, repleta de encantos naturales porque así lo quiso Dios. Los aires de mi tierra ayer estuvieron junto a mí. El mayor, Pedro Muñoz Toledo, estuvo muchos años de bombero; cariñoso y leal, nos abrazamos efusivamente. Y a su lado Antonio Llaguno que, en tiempos pretéritos, fue alcalde de Cuevas del Almanzora; su hermano y él fueron amigos del alma y, sin poder remediarlo, unas lágrimas rodaron por mis rugosas mejillas. Recordé el “Sabor de la tierruca” Un beso a Antoñita Jiménez Pérez, capricho del autor.
Esta dulce tarde de viento huracanado encontré una mujer de belleza inenarrable y, de momento, nos hicimos amigos, solamente amigos.
Hubo una tía que dijo con un verborrea cruel: ¡Caiga quien caiga! Sentí pena de la madre que la parió. Afortunadamente las mujeres que yo conozco son madres y esposas de excelente condición cristiana.
Como un eco lejano llega hasta mí algo de Isabel Cortés: “Porque querías saltar las ramas te hiciste pajarillo. Para surcar el mar formaste moléculas de sal. Vestido de palabras caminaste de verso en verso. Abrazando la nada conseguiste la libertad”.