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Opinión

Sangre azul, sangre roja (y II)

Sangre azul, sangre roja (y II)

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Prosigo este artículo, poniendo  el mismo  interés que en su primera parte, sin ánimo alguno de fustigar, pero es preciso. Dice María  Cassinello “que la fama no es importante” Deje pues la foto. Una señora de encantos especiales y artista de reconocida fama, llamada Pilar Barceló, siente  orgullo de  tener la sangre roja.


Carlos Hernández no necesita que venga gente extraviada, huyendo de las grandes urbes. Su actitud es única y hermosa.


Eduardo Cantos, abogado de reconocida fama. está casado con una de las mujeres más encantadoras que he conocido en mi vida. Ahora tengo la necesidad imperiosa de cobijarme bajo un rosal cuajado de las mismas y con una aureola de crisantemos en flor; todos las quieren y  son las  musas maravillosas que mueven mi ánimo roto: Pîlar Pérez y Carmen Alcalde, de las cuales he sido y soy alumno.


Mari Loli  Comenforte es como un amanecer de cielo rojo; parece una niña y es abuela, tal vez la más joven de España. Isabel González Flores es madre soltera y tiene unos ojos de profundidad insondable, más una sonrisa que baila  en sus labios sensuales al son de una música exótica.


Alejandro Sánchez emana simpatía, del mismo modo que las dos chicas que están  en el pequeño zaguán.


La secretaria, deduzco una auténtica beldad, con una paciencia enorme para aguantar homines coñazus, como el que suscribe y otros.


Antoñita Jiménez es una sobrina a la que quiero mucho y a la que le digo: tú formas parte de mi vida sentimental.


Eduardo del Pino, ese trabajo de cualidades humanas y que te identifica cual caballero, me produjo un sentimiento envuelto en penas y alegrías.


Juan Torrijos es muy acertado en los editoriales.


Si los últimos son los primeros centro mi atención especial y sincera en el director, que lleva la pesada carga con un estoicismo increíble; por eso y tantas cosas te admiro y quiero. Leí tu libro, con una narrativa estupenda, regalo de una mujer de equilibrio magnifico.  Si después de esta declaración alguien me llama pelotas, puede verlas in situ completamente gratis y quedará entre un sueño inalcanzable y un azogue insospechado. Tenemos toda clase de antídotos, no teman pues.


He ahí una serie de personas que no necesitan alardear de sangre azul para ser aristócratas en sentido etimológico ni reclaman ningún tratamiento especial ni reverencia, a los que soy alérgico. Hasta tengo la impresión  de que el  amago de beso en las manos  a las mujeres tiende a desaparecer.


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