Peter Pan y el Envejecimiento
Cuando fue creado el personaje del Peter Pan, en 1904, la esperanza de vida de un españolito medio apenas superaba los 40 años. Hoy en día, según los datos conocidos recientemente, ésta supera los 83. Los avances sanitarios y el aumento de la higiene han hecho que desplacemos el listón hasta la medida actual. Pero el anhelo de una vida larga y saludable no ha quedado saciado.
Por eso resulta tan atractiva la historia del niño que había ganado la batalla al tiempo. Porque Peter Pan representa la victoria frente a la única certidumbre que tenemos al nacer: la muerte. La derrota de la inexorable obsolescencia de nuestro organismo excita por igual a niños o mayores. Esos mayores que representados en el Capitán Garfio se espantan con el tit-tac del reloj que lleva en sus entrañas el cocodrilo y que amenaza continuamente con devorarlos.
A nivel celular, se acepta que el envejecimiento está producido por el acortamiento de unas regiones llamadas telómeros. Estos telómeros son los extremos de los cromosomas -esas estructuras en forma de “X” mediante las que se representa el material genético completamente empaquetado-, y están formados por secuencias de ADN altamente repetidas. Es decir, los telómeros son pequeños fragmentos de ADN que se encuentra repetidos un número de veces muy alto, y que sirven para dar estabilidad estructural a los cromosomas. Vienen a ser algo así como los herretes de los cordones, que evitan que éstos se deshilachen.
El problema es que, con cada división celular, los telómeros se van acortando, de manera que los cromosomas de las personas adultas tienen un número menor de estas repeticiones que los de los niños. Así, llega un momento en el que los telómeros alcanzan a un nivel mínimo, disparándose una serie de mecanismos que desembocan en la muerte celular.
Es seguro que el autor del Peter Pan desconocía los mecanismos moleculares que conducen al envejecimiento celular. Pero, de alguna manera, lo que estaba diciendo era que la biología del joven niño perdido había conseguido derrotar al devenir telomérico. El científico español Carlos López Otín, experto en esta temática, defiende que el envejecimiento es un hecho evolutivamente inevitable, pero que, por el contrario, la longevidad es plástica. Y con esa plasticidad es con la que juega la Ciencia. En apenas un siglo hemos conseguido duplicar nuestra esperanza de vida, pero estoy seguro de que no hemos alcanzado aún nuestro máximo nivel biológico. La cuestión ya no es hasta dónde podremos llegar sino cuál será el precio que tendremos que pagar por alcanzarlo.