Pasar de lo sociológico a lo necrológico
Cada vez que veo en acción a las bandas desbocadas de matones de los CDR catalanes, no puedo evitar pensar y establecer evidentes paralelismos con las andanzas de los llamados “Camisas Pardas” nazis en la Alemania de principios de los años treinta del siglo pasado. Durante la república de Weimar, buena parte de la burguesía y la oligarquía alemana pensaba que los encolerizados muchachos de la esvástica les iban a ayudar a acabar con ese régimen, y que luego ellos acabarían controlando y reconduciendo a estos grupos de exaltados, que se habrían limitado a hacerles el trabajo sucio. Pero el peligro que tiene provocar, consentir y soslayar la violencia es que una vez desatada, es imposible predecir por dónde o contra qué se abatirá. Y lo que pasó en Alemania está pasando ya en Cataluña, cuyas calles -ya lo están viendo otra vez- están tomadas por bandas de chulánganos que acosan a los que no piensan y actúan como ellos quieren que se piense y actúe, e impiden la normal convivencia con la delictiva connivencia de las autoridades locales y la alarmante pasividad de un Gobierno que se limita a dejar hacer, presionado por la exigencia de no molestar a quienes han posibilitado su llegada al poder sin que ello, por otra parte, parezca incomodar demasiado a los ministros y ministras de nuestro escenográfico gabinete. Y mientras tanto, las autoridades catalanas permanecen instaladas en un recrecido escenario de soberbia e impunidad, dedicando todos sus esfuerzos al sostenimiento de una espiral de tensión cada vez más insoportable.
Una tirantez que, en vista de su inquietante evolución, cada vez está más cerca de pasar de lo sociológico a lo necrológico. En Cataluña se ha pasado ya de las miradas a las manos, con todo lo que anticipa esa escalada en el desencuentro. Me pregunto qué pasará si algún día -que por desgracia no tardará mucho si la cosa sigue así- por encima de los lazos, las banderas, las fronteras y las soflamas historicistas, tenemos un muerto sobre la mesa.