Pero el problema era Rajoy
El final del verano no sólo nos remite a una popular canción del Dúo Dinámico, sino que nos suele abocar a malas noticias en lo que al empleo se refiere. Tradicionalmente, septiembre es un mes de datos negativos en el mercado laboral, porque el fin de las vacaciones acarrea el final de muchas contrataciones vinculadas a la hostelería, los servicios o a sustituciones. Lo malo es que este año hemos batido todas las cifras conocidas. El número de parados registrados en los Servicios Públicos de Empleo subió el pasado agosto en 47.047 personas en relación con el mes anterior, frente a los 46.400 desempleados nuevos del 2017. Es decir, que estamos ante la mayor subida del paro preotoñal desde 2011. Y se han destruido casi 203.000 empleos, en el peor balance en una década para ese mes. Y la cosa no se queda ahí. La llegada de turistas ha sufrido su mayor descenso en los últimos ocho años y se agudizan los síntomas de un enfriamiento económico generalizado en nuestro país. Pero lo más llamativo de esta concatenación de malos datos es que se está produciendo con un Gobierno digno, feminista, ecológico y paritario. No con otro corrupto e ineficaz del que felizmente nos libró Pedro Sánchez, el hombre capaz de expresar firmeza y determinación con sus manos desnudas. Cualquiera que leyera buena parte de la prensa o viera la mayoría de las televisiones a principios del pasado junio, podría pensar que el problema de España era Mariano Rajoy. Y no sé qué estará pasando, pero con Rajoy fuera de la Moncloa se están acumulando todos estos datos negativos. Pero no hay motivo para la alarma: en lo que llevamos de día no se ha producido ningún desmentido entre ministerios y ministerias y tampoco tenemos noticias de nuevos globos-sonda del Gobierno. Y lo mejor está por venir: en cuanto cambiemos de sitio la momia de Franco, ya verán como la cosa repunta. Al tiempo.